2. Para siempre

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Cuando Pablo llegó a la puerta principal del instituto, Anaís y otras dos personas ya lo esperaban allí, sujetando cada uno una bicicleta.

─Hola─ saludó él.

─Hola─ sonrió Anaís a su vez─. Mira, te presento, estos son mis hermanos; todos salidos del mismo feto, ¿eh?─ se guaseó la chica, haciendo referencia a lo poco que se parecían sus hermanastros y ella.

Ellos eran un chico y una chica rubios, de ojos negros y rasgos muy parecidos entre ellos; Anaís, en cambio, era morena y de ojos color café, y su cabeza se situaba varios centímetros por encima de la de sus hermanos

─Paula y Sebastian─ presentó.

─Sebas para los amigos─ dijo el chico.

─Para los amigos y para prácticamente cualquier persona ¿no?─ replicó su hermana, y tras ese comentario, se acercó para darle dos besos a Pablo─. Encantada.

─Igualmente. ¿Y qué edad tenéis?

─Pablo... ya te he dicho que salimos del mismo feto...─ Anaís usó un tono de voz con el que pretendía dar a entender que estaba molesta porque no recordara sus palabras.

─Vale─ rió Pablo─, dieciséis todos.

─Bueno, ¿qué? ¿Nos vamos?─ preguntó Anaís montándose en la bici.

─Casi─ Pablo cogió el bolso que utilizaba como mochila y que le colgaba con una sola banda hasta prácticamente el culo, y hurgó en él hasta sacar unas llaves─. Tú no has visto todavía mi pedazo de moto ¿verdad?─ preguntó insinuante.

─¿Esa es tu moto?

Anaís estaba alucinada, pues, junto a la entrada del instituto, había una moto realmente espectacular.

Pablo sonrió por toda respuesta.

─Guau... es una pasada...─ dijo Sebastian con un marcado acento argentino, a la vez que, dejando apoyada la bici en uno de los muros del instituto, iba a examinar más de cerca la moto.

─Las motos te absorben el seso, hermanito- afirmó Paula luciendo una débil sonrisa en su boca─. Has vuelto a usar nuestro acento natural y eso sólo te pasa con las chicas del Play Boy...

─¿Sois argentinos?─ preguntó Pablo mirando a la muchacha rubia.

─¿Nosotros? No...─ negó Paula exagerando su acento.

─Ya veo─ sonrió el profesor.

─Bueno, ¿nos vamos? Tengo hambre...─ les interrumpió Anaís.

─¿Qué pasa? ¿No te gusta mi moto?

─Si, claro que me gusta, es una pasada... y tranquilo, cuando no tenga hambre─ remarcó─ haré que me des una vuelta.

─¿Harás?─ inquirió Pablo sacando el casco de debajo de su asiento y poniéndoselo.

También se puso una chaqueta y un pantalón especial encima del que ya llevaba─. Te llevaré si yo quiero, que para algo es mi moto.

─Te tomas muy en serio lo de la seguridad en la moto ¿no?─ le dijo Sebastian, que había seguido con detenimiento como Pablo se iba vistiendo.

─Por supuesto. Espero que vosotros llevéis casco.

─Claro, el huevo de Calimero nunca nos abandona, flic ─ replicó Anaís cogiendo el casco de ciclista que había dejado atado a la bici.

─¿ Flic ?─ preguntó Paula interesada, pero cuando Anaís iba a darle una explicación, vio el gesto serio que Pablo había adoptado a la vez que se sentaba a horcajadas en la moto, y decidió zanjar el asunto pronto.

Como tu quieras llamarme -Alba Navalon MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora