10. Alguien me ha fallado

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Para Anaís había llegado la hora X y el día Y, y estaba muy, pero que muy nerviosa.

─Debería haberme tomado la tila...─ dijo la muchacha mirando sus temblorosas manos.

─Cariño, todo irá bien─ le aseguró su padre mientras le cogía las manos y se las apretaba─. Cuando fui de luna de miel con tu madre tuvimos que coger un avión que parecía que se iba a romper en cualquier momento... Era la primera vez que montaba en uno─ recordó sonriendo melancólicamente─, pero tu madre me ayudó a calmarme... bueno, tu madre y dos whiskys─ soltó una carcajada y abrazó a su hija─. Sin embargo, no te permito tomar alcohol, así que tú aférrate a Pablo.

─¿Cómo?─ preguntó Anaís, tontamente sobresaltada. Tan sólo con pensar que su padre podía sospechar algo sobre sus sentimientos hacia Pablo la ponía enferma.

─Que te recomiendo sentarte cerca de Pablo, si es justo al lado, mejor, pues así cuando haya turbulencias te agarras a su brazo y se lo aprietas como si estuvieras dando a luz... Descarga mucha tensión, te lo aseguro.

─Lo tendré en cuenta, papá─ sonrió Anaís aliviada─. La verdad es que ya le he pedido a Pablo que se siente a mi lado.

─Y supongo que te habrá dicho que sí.

─Claro, ya sabes como es Pablo─ contestó la muchacha quitándole importancia al favor que le iba a hacer el francés.

─Sí... aunque sobretodo contigo. Te quiere mucho, y por eso sé que te dejo en buenas manos. Mmm... ¿esa mujer va al viaje contigo?- preguntó de pronto su padre.

Anaís se giró hacia donde su padre miraba y vio a una mujer de unos 26 años, pelirroja de tinte y no muy alta, que arrastraba hacia ellos una gigantesca maleta.

─Pues no lo sé. Quizá sea una profesora; la verdad es que su cara me suena...

Padre e hija se quedaron mirando a la mujer sin pudor alguno, y ella, consiente de ello, comenzó a sonreírles aun estando a varios metros de distancia.

─¡Hola!─ saludó finalmente─. Soy Lola. ¿Vosotros también vais a Italia?

─Sí. Bueno, yo no, mi hija- contestó Paco extendiendo la mano y presentándose─. Ella es Ana Isabel.

La mujer, que tenía unos increíbles ojos verdes, le estrechó la mano tanto a Paco como a Anaís.

─¿Estás nerviosa?

─La verdad es que bastante- confesó la adolescente sonriendo con excitación.

─Oh, mira, ahí llega Pablo- anunció Paco viendo a su ahijado dar la esquina.

─Sí, y ahí vienen también José y Eduardo─ dijo Lola─. Son los otros dos profesores que nos acompañarán. ¿Conoces a alguno, Ana Isabel?

La profesora había colocado su mano sobre el hombro de Anaís, gesto que a la muchacha le pareció de demasiada confianza. Sin embargo, pese a que no le gustaba que los desconocidos se tomaran demasiadas libertades con ella, decidió pasar el gesto por alto.

─Sí, conozco a Pablo, que me da gimnasia ahora. Y a Jose, que me dio en la secundaria.

─Bien, aunque si no los conocieras no importaría nada: antes de llegar a Italia seguro que nos conocemos mejor, porque vamos a llegar esta noche, ¿sabes? Estaremos de viaje durante más de doce horas...

─Pues no, la verdad es que no lo sabia─ negó Ana Isabel─. Pero gracias por darme esas hermosas perspectivas de viaje.

Paco carraspeó, y Anaís, al mirarle, vio que le estaba lanzando una mirad de "no te pases..." La chica a su vez alzó las cejas y se encogió levemente de hombros, intentando darle a entender que no sabía a qué se refería. Mas, cuando su padre iba a contestarle, Pablo llegó a su lado.

Como tu quieras llamarme -Alba Navalon MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora