5. Una alumna mas

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En las tres semanas que Pablo llevaba en la ciudad, el diario de Anaís se había llenado de marcados contrastes que llamarían la atención de cualquier persona que lo leyera. Era como si la muchacha, al escribirlo, se dedicara a deshojar margaritas:

Parece que se interesa por mí...

No me quiere, seguro.

Tal vez si sienta algo por mí, dice que he cambiado...

Es imposible, ya me rechazó una vez.

Me quiere, no me quiere; me quiere, no me quiere; me quiere, no me quiere, eso es lo que se translucía de su diario. ¡Se estaba volviendo loca! ¿Y por qué? Pues porque era una soñadora y veía cosas donde no las había, se decía ella misma en sus momentos de lucidez.

Nunca le había pasado algo así con ningún hombre, y eso que en su "panda", si es que se podía llamar así a su grupo de amigos más cercanos, eran todos chicos menos ella.

¿Por qué le pasaba eso con Pablo? ¿Por qué tenía que estar enamorada de alguien inalcanzable? Porque era inaccesible ¿verdad? Pero es que se comportaba tan bien con ella que la hacía dudar...

─¡Belinda! ¡Eh, Belinda!

La muchacha se paró en medio del patio y se giró hacia Pablo, que era quien la llamaba a gritos. El profesor aún estaba a cierta distancia, por lo que Anaís tuvo que esperar durante unos segundos hasta que llegó, y cuando lo hizo, su sonrisa la deslumbró.

─¡Qué contento vienes!─ dijo Anaís sin poder evitar sonreír también.

─Sí... es que verás...─ Pablo parecía emocionado por algo, lo que intrigó a la muchacha─.¡Han elegido tu trabajo! ¡Eres una de las ganadoras del viaje a Italia!

─¡¿Qué?!─ todo el cuerpo de Anaís se estremeció por la excitación.

─¡Sí! ¡Has ganado!

─¡No! ¿En serio? ¡Ahhhhh!─ la chica comenzó a dar saltos de la propia emoción, y Pablo, sonriendo desmesuradamente, se acercó a ella más y la estrechó entre sus brazos.

Por la euforia apenas si pudo saborear aquel abrazo, pero horas después, su recuerdo iría acompañado de un estremecimiento de su corazón, como si éste suspirara cada vez que lo evocaba.

─Me alegro mucho por ti. Te lo merecías, de verdad, tu trabajo era estupendo...─ le dijo tras soltarla.

─Gracias─ le sonrió Anaís.

─Tengo que decirte un par de cosas sobre el proyecto, pero mejor mañana ¿no?

Porque que te tiemblen las manos es síntoma de que tu cerebro no está preparado para escuchar y procesar información─ bromeó Pablo.

─Es que todavía no me lo puedo creer...

─¿Quieres que te de un pellizco de monja para asegurarte de que no estás dormida?

─No hace falta, pero gracias por ofrecerme tu ayuda─ se carcajeó la chica.

─Cuando me necesites para algo así, no dudes en llamarme─ se ofreció el francés.

─Lo tendré en cuenta.

─Ufff─ suspiró de pronto Pablo mientras miraba algo que había detrás de Anaís─. Aquí viene el tercero de ESO más difícil que tengo...

La muchacha giró su cabeza hasta poder mirar por encima de su propio hombro y vio al numeroso grupo de personas que se acercaba hacia ellos.

─Seis de cada diez son repetidores─ informó el profesor en voz baja─ y además gandules, que era lo que les faltaba...

Como tu quieras llamarme -Alba Navalon MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora