13. Te gusta Pablo...

56 3 0
                                    

Anaís debía haber cogido algo en Italia, seguramente un extraño virus del que, misteriosamente, sus compañeros de viaje no se habían infectado. Estuvo dos días encamada, con un aspecto cada vez más deplorable. Se quejaba de un entumecimiento general y un dolor de cabeza que persistía pese a las aspirinas, lo que preocupaba cada vez más a su padre.

─Si mañana no mejoras, te llevo al hospital─ sentenció Paco─. Creo que estás empezando a tener hasta fiebre...

─No, papá, yo creo que ya estoy mejorando─ mintió la muchacha apartando disimuladamente la mano de su padre de su frente─. Mañana lo más seguro es que pueda ir al instituto.

Su padre torció el gesto, dispuesto, sin embargo, a irse.

─¡Ah!─ exclamó girándose hacia ella en el último minuto─. Pablo ha llamado, está preocupado por ti. Dice que tal vez se pase esta tarde a verte.

─Preferiría no tener visitas, papá─ se apresuró a decir ella.

─¿No decías que estabas mejorando?

─Sí... pero aún estoy cansada─ argumentó ella.

─De acuerdo. Si necesitas algo, dame una voz.

La chica asintió desde la cama y se recostó de nuevo, pero no habían pasado apenas tres minutos cuando la puerta se abrió y entró Paula.

─¿Se puede?

─Ya estás dentro.

La argentina sonrió y fue hasta la cama de Anaís, quien tuvo que apartar los pies para dejar que se sentara.

─¿Quién es el chico?─ preguntó a bocajarro la rubia, observando atentamente a su hermanastra, que se estremeció ante la pregunta.

─¿Qué chico?

─El que te ha dejado así.

─¿Así, como?

─¡Anaís, venga, no te hagas la desentendida!─ exclamó Paula─. Sé que estás depre por algún chico.

─No... he cogido algo en Italia...─ se defendió ella.

─Ana Isabel...─ la rubia sacudió la cabeza, decepcionada─. No lo hagas más difícil.

─No me gusta ningún chico─ insistió la española cada vez más nerviosa. Se había semi incorporado en la cama y parecía dispuesta a bajarse del lecho y huir de aquel interrogatorio.

─¿Quién es? ¿Uno de los mosqueteros?─ intentó adivinar.

─¡No!

─¿Alguien de Italia, quizá?

─¡Que no!

─Anaís, por un virus no se llora todas las noches.

La muchacha, que se había puesto en pie luciendo sin pudor un pijama de flores y unas ojeras tremendas, se quedó parada. ¿Por qué no le contaba a Paula su problema? Así, además de desahogarse, quizá recibiera un buen consejo. Ana Isabel, todavía de espaldas a la argentina, apretó los labios, tratando de decidirse. A sus amigos apenas les había contado nada, pues le daba vergüenza confesar su amor desesperado por un chico, pero tal vez contárselo a una chica le resultara más fácil...

─Es cierto, me gusta un chico─ declaró finalmente girándose hacia su hermanastra lentamente.

─Vale, y a él no le gustas tú ¿no?

─¡Qué no le gusto, dice!─ exclamó la española─. ¡Se ha echado novia!

─Pero Anaís...─ sonrió Paula─ eso no quiere decir que no le gustes. Quizá solo quiera darte celos.

Como tu quieras llamarme -Alba Navalon MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora