3. ¡Qué asco!

134 7 0
                                    


Pablo y Anaís se sentaron en un banco que quedaba oculto a casi todas las miradas, pues estaba sumergido en el verde jardín que rodeaba la casa de la muchacha. Un sendero que recorría casi toda la finca se extendía a sus pies.

─¿Qué? ¿Te ha gustado la hospedería Edén?─ le preguntó Anaís al hombre, que sentado a su lado, miraba el hermoso jardín que Paco y Violeta habían creado.

─Me limitaré a decir que no podríais haberle puesto mejor nombre.

─Edén... paraíso...─ sonrió Anaís─. Muy buena respuesta. Si te lo pregunta mi padre, contéstale lo mismo, se derretirá de placer.

─Sí, mi capitana.

El comentario de él arrancó una carcajada de la garganta de Anaís.

─Voy a tener que ir yéndome...─ suspiró Pablo tras mirar su reloj─, ¿dónde está tú padre? Iba detrás de nosotros...

─Pues... ─Anaís miró hacia la parte del sendero por donde ellos habían llegado, pero un pronunciado recod en el camino le impedía ver muy lejos─. Debe haberse quedado rezagado con Violeta; ahora llegarán.

─¿Seguro que llegarán?

─Echaba de menos tus comentarios mordaces...─ dijo Anaís, aunque instantes después, pensándoselo mejor, se giró hacia Pablo─: Miento, no los echaba de menos...

Esta vez fue él quien soltó una risotada.

─La sinceridad por delante, sí señor...ita.

Ana Isabel sonrió y él le devolvió la sonrisa.

Sus conversaciones solían ser así siempre, medio en coña medio en serio, y Anaís estaba encantada de que siguieran siendo tal y como las recordaba.

─Mírales, ahí vienen─ dijo Pablo de pronto cuando el padre de Anaís y su novia dieron la curva. Iban cogidos por la cintura y caminaban lentamente, como una pareja de jóvenes enamorados.

─Se les ve muy felices, ¿eh?

─Sí─ asintió Pablo, y tras mirarlos durante un par de segundos, suspiró─. Bueno, voy a ir despidiéndome de ellos, que mañana tengo que trabajar.

─Vaya... yo también. Ahora me dices que tenemos el mismo horario y me dejas a cuadros.

─¡Eh!─ exclamó el hombre tan bruscamente que Anaís dio un respingo─. ¡Te empiezan a salir los lados!

─Serás tonto... que susto me has dado...

─La inocente Belinda...─ se guaseó de ella Pablo.

La chica le sacó la lengua y él sacudió la cabeza, fingiendo desprecio.

─Que infantil eres... deberías crecer, que con diciséis años ya está bien.

─Vaya, lo dice el que me ha dicho que me están saliendo lados...

Él sonrió y le guiñó un ojo a la vez que se ponía en pie. Para entonces, Paco y Violeta habían llegado a su lado.

─Me voy a ir batiendo en retirada, Paco, que mañana tengo que lidiar con cinco grupos de adolescentes con las hormonas revueltas...

─¡Eh! A ver lo que dices de los adolescentes─ protestó Anaís.

─Cúmulo de hormonas, cállate.

─¡Anda!─ la muchacha se mostró ofendida, y Pablo, riéndose por su reacción, alargó el brazo y le acarició el pelo, conciliador.

─No te lo tomes a mal, cúmulo de hormonas, que tú eres uno especialmente encantador.

Como tu quieras llamarme -Alba Navalon MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora