6 - Dolores de cabeza

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Ese mismo día por la tarde, toda la familia de Anaís sabía que había ganado un concurso y que se iba a Italia. Lo cierto era que ella tan sólo había telefoneado a su hermano y a sus abuelos, pero estos últimos, orgullosos de su nieta, habían retransmitido a una velocidad increíble la suerte de Ana Isabel.

─¿Quién era?─ le preguntó su padre al ver que, tras dos minutos hablando, colgaba el teléfono.

─El tito Juan. Me ha dicho que enhorabuena... y que tengo que dejarle leer la redacción─ sonrió, ilusionada por la muestra de afecto que hacia ella habían demostrado sus familiares. Le hacía sentirse tan bien... como importante...y, por supuesto, le quitó el mal humor─. Aunque bueno... tampoco es para tanto ¿no?

─Cariño, no empieces con la modestia; a veces es bueno regodearse en los éxitos que uno consigue por méritos propios.

Anaís sonrió y se dirigió a una de las mesas que, hacía unos minutos, habían estado ocupando unos huéspedes. Sintió que su cara ardía, roja por una mezcla de orgullo, satisfacción, e incluso cierta vergüenza por sentirse tan orgullosa de si misma.

Tras recoger los platos de la mesa y pasarle un trapo, fue hasta la cocina, donde su padre le cogió las cosas que llevaba y las metió en el lavavajillas.

─¿Y sabes ya dónde vais exactamente?─ le preguntó mientras colocaba los vasos.

─Pues no, apenas si me han dicho nada... Además,─ Anaís soltó una pequeña carcajada─ tras decirme que había ganado no estaba como para atender demasiado, ¡la ilusión me cegaba...!─ volvió a reírse─. Pero la verdad es que me da igual donde vaya, Italia es Italia, y si voy a un pueblo de tres personas... ¡me da igual!

─Así me gusta─ afirmó Paco─ que mi chica favorita esté contenta y optimista.

─Claro, porque... ¿cómo es eso que me dices muy a menudo?─ fingió que pensaba, aunque se sabía de sobra las palabras que iba a decir: tanto se las oía decir a su padre─. "Como estás en la edad del pavo, tu humor es como una veleta; un segundo estás contenta y al siguiente puedes estar echando demonios por la boca" ¿Es así?─ preguntó Anaís como si buscara la aprobación de su padre.

─Hombre, lo de "echando demonios por la boca" es una adaptación libre, pero...

─No, una vez lo dijiste, que me acuerdo yo también─ Violeta entró en ese momento en la cocina, aunque sin lugar a dudas había escuchado parte de la conversación desde el comedor.

─¿De verdad?─ preguntó Paco pensativo.

─Si─ afirmó su novia poniéndose a su lado. Se puso de puntillas para darle un beso y después, tras separarse, le cogió el brazo y se rodeó con él la cintura─. Pero tú tranquila, Anaís, que es normal estar en la edad del pavo. Yo la superé a los diecisiete─ sonrió─ porque... bueno, ya sabes, me eché novio y todo eso.

─¿Y eso no fue peor? Si se juntan dos que están en la edad del pavo, ocurre lo mismo que en lo psiquiátricos: que incluso el cuerdo se vuelve loco─ opinó su padre.

─Es que mi novio tenía 27...

─¡Y tú 17! ¡Qué bruta! Tú no hagas lo mismo, cariño─ pidió Paco girándose hacia su hija─ que los mayores de edad son todos unos sinvergüenzas... Tú échate un novio de tu edad e inocentillo...

─Claro papá, aunque... ¿para qué voy a salir de la edad del pavo si después me voy a convertir en una sinvergüenza? Mejor me quedo en el gallinero o... en donde sea que están los pavos...

Como tu quieras llamarme -Alba Navalon MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora