8 ¡Mentira!

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─Mirad, chicas, nos ha llegado esta misma mañana un mensaje de Italia en el que aparecía el nombre de las muchachas que os van a acoger...─ les dijo Pablo a las tres chicas que se habían reunido a su alrededor porque él las había llamado─. María, tú compañera será Katie Fermini; Mónica, irás a casa de Adriana Reggio; Belinda, a casa de Yusi Mognano... Todas tienen vuestra edad, así que podréis hacer migas... 

Era la hora del recreo y el pasillo estaba atestado, pues todos los alumnos de bachiller querían salir al mismo tiempo fuera del instituto. Alguien empujó a Anaís sin querer, y la muchacha se estrelló contra el brazo de Pablo.

─Joder, que brutos que son... ─ se quejó la muchacha.

─Esa lengua...─ le regañó el profesor.

─¿Qué le pasa a mi lengua?─ replicó Anaís─. Me la cepillo todos los días con el cepillo.

─¿Y con qué la ibas a cepillar si no?─ bromeó Pablo, pero al ver que la muchacha no reaccionaba ante su broma, la miró fijamente durante un par de segundos como tanteando el terreno. Sopesó cual era su humor y qué debía contestarle, hasta que finalmente decidió que la muchacha estaba cabreada por el empujón y que se sentía agobiada entre tanta gente, así que no añadió nada más al respecto e invitó a las tres muchachas a que entraran en el gimnasio─. Pasad, estaremos mucho más tranquilos dentro.

─¿Entonces vamos a casa de italianas? ¿Para dormir con ellas y demás?─ le preguntó María a Pablo cuando ya se encontraban en el despejado gimnasio.

─Sí, os lo acabo de decir...

─Pero yo no sabía... yo no quiero ir a casa de una extraña...─ se quejó la muchacha.

─María, es el mejor modo. Además, así os meteréis más en la vida italiana y conoceréis a más gente...─ explicó el profesor.

─Pero yo no...

─No pagas nada por estar en Italia una semana ¡y encima te quejas!─ exclamó Anaís de muy mal modo.

María la miró molesta por su comentario, pero Ana Isabel le mantuvo la mirada desafiante. La primera, una muchacha con el pelo castaño muy liso, ojos verdes y nariz pequeña, se limitó a cruzarse de brazos y sacudir la cabeza levemente, como indignada.

─Bueno... creo que ya no tengo que deciros nada más...─ dudó Pablo tras carraspear. Se había quedado tan descolocado con la reacción de Anaís que no sabía qué decir a continuación─ Si... si me acuerdo de algo más, os avisaré, ¿vale?

─Vale─ contestaron María y Mónica a dúo.

─Belinda, ¿puedes quedarte un momento?─ pidió Pablo al ver que la chica, pese a no haber contestado, se disponía a seguir a las otras dos muchachas. Ana Isabel se paró y se giró hacia Pablo mientras las dos otras chicas salían.

─Mírame- le dijo el profesor, pues la muchacha, con las manos guardadas en los bolsillos de su pantalón, mantenía la mirada baja; sin embargo, no se le pasó desapercibido a Pablo que no lo hacía de forma sumisa, pues su cara parecía tensa─ Mírame.

La muchacha alzó la cabeza, fijando su vista en esos ojos grises que tanto le gustaban.

─¿Qué diablos te pasa?─ le preguntó Pablo tras oír como la puerta del gimnasio se cerraba tras María y Mónica.

─No me pasa nada- replicó Anaís.

─Sí, perdón, te confundí con una adorable chica llamada Belinda... No volverá a pasar, mujer loca compulsiva.

Como tu quieras llamarme -Alba Navalon MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora