27- Conexiones, parte 2

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   Antes de que cualquiera de sus guardianes reingrese a la cabaña, Korra se posiciona sobre la cama en la postura usual de meditación. Se concentra todo lo posible, pues debe volver al Mundo de los Espíritus. Es entonces cuando una energía intenta repelerla de allí. Se molesta, pues sabe bien quién es.

   —No lo entiendes, Korra —le habla Raava, pero la joven sureña la ignora todo lo que puede—. No van a simplemente devolverte una conexión perdida. Van a cobrártela. Puede ser con cualquier cosa. No te lo especificarán.

   Aquello sin dudas sonaba peligroso, pero a Korra no le importaba. Seguía sin saber quién era ese tal Ratnack y mucho menos sabía cómo podría vencerlo. Tenía que proteger a sus seres queridos y al mundo. Era su deber.

   — ¿Cuál deber cumplirás si terminas muerta? —Le cuestiona Raava, con Korra ofendiéndose por cómo el espíritu de la luz se metió en sus pensamientos.

   —Al menos si muero, le dejaré a mi sucesor una larga hilera de sabios y prodigios, y no solo mi rostro lleno de fracasos y decepciones —habla Korra en voz baja, pues no quiere llamar la atención indeseada de nadie cercano.

   —Esto no te llenará a ti y tampoco llenará a tus reencarnaciones. Esto está mal, Korra. No puedo permitirte que entres al mundo de los espíritus.

   —Pues por suerte para mí no te necesito para eso. Ahora, no estorbes —dice Korra, volviendo a concentrarse profundamente.

   A pesar de los bloqueos que Raava interpone, la lucha con el espíritu de Korra la está agotando. Quizá el espíritu de la luz sí que podría lograr de forma más efectiva detener o por lo menos retener al Avatar, pero para ello tendría que atacar con dureza su espíritu y claramente no quiere hacer eso.

   De pronto, las paredes alrededor de Korra se desdibujan y la joven pasa a verse rodeada por una abundante y colorida naturaleza. Pronto y de acuerdo a sus pensamientos más profundos, Korra vuelve a encontrarse de pie ante aquella entrada a una escalera de caracol. Se concentra aún más y así logra regresar al fondo de las escaleras, en aquella habitación circular.

   —Muy bien. Estoy aquí —dice Korra, decidida. Ve en todas direcciones, pero no hay nada ni nadie... o al menos eso cree...— ¡Azelleb! ¡Preséntate!

   Pasan unos segundos protagonizados por un silencio profundo, cuando entonces una sombría figura se dibuja a espaldas de Korra. Está en la pared y aparenta ser una dama. A diferencia de las sombras comunes, las cuales son negras, esta es blanca. Korra se gira y la sombra se desvanece...

   —Vienes con un deseo... —oye Korra, sabiendo que el espíritu se haya una vez más a sus espaldas. Esta vez, sin embargo, no se voltea. Identifica una voz femenina avejentada, pero permanece inmóvil—. Puedo olfatearlo entre tus huesos. Has vivido grandes batallas... Pero la pregunta que decido hacerte es... ¿Cuántas batallas has muerto? —Le pregunta el espíritu, materializándose por fin ante Korra. Es una dama ancestral intangible, color blanco. Su cabello cae y recorre varios metros del lugar, teniendo flores de loto en él...

   —Ninguna —dice Korra, con decisión.

   —Ya veo, una simple humana... —dice la mujer, momento en el que algo llama su atención dentro de Korra. Un brillo dorado—. Oh, qué tímida es tu amiga ¿no? ¿Por qué no sale y se presenta? Mm, parecieran ser una sola...

   —Estoy fusionada con Raava en un lazo eterno —dice Korra, con la dama ante ella dudando—. Al menos lo es desde la última convergencia armónica.

   —Oh, mi querida y pequeña Raava... ¿A qué te has degradado? —Le dice la dama al espíritu de la luz, pero por una vez Korra no oye respuesta en su interior. Raava está muy callada—. En cambio, tu hermano, tan valiente...

   —Vaatu intentó poseer su propio humano, queriendo dar forma a su propio ciclo de reencarnación —habla por fin Raava, siendo aquello algo que la dama ante Korra no se esperaba—. Falló. Nosotras lo detuvimos.

   —Ya lo sé, querida... no todos los días una de tus hijas mata a uno de tus hijos —Le contesta el espíritu ancestral, quien ante esto Korra confirma... es ella.

   La legendaria Azelleb.

   —Aún recuerdo el día en el que Vaatu murió... Bueno, morir es un término curioso para nosotros. Mi pregunta es... ¿puedes sentirlo, Raava?

   —Cada segundo... —contesta Raava, con Korra lamentándolo.

   —Volverá. Algún día. Quizá —dice Azelleb, suspirando—. Pero ahora no están aquí por él, ¿verdad? Están aquí por su engendro desgraciado...

   —Voy a detenerlo —dice entonces Korra, con Azelleb viéndola con gran curiosidad—. Voy a matarlo. Exterminarlo. Tal y como lo hice con Vaatu.

   —Hm... pero entonces tu mayor deseo mundano se irá con él —Le dice Azelleb, con Korra manteniéndose firme—. Porque los quieres de vuelta ¿no?

   —Suficiente, creadora —dice Raava—. Detén a Ratnack. Es tu carga.

   —Si lo hago, querida Raava, sería al completo. Lo sabes.

   — ¿Qué? ¿Qué significa "al completo"? —Pregunta Korra.

   —La creación de Raava y Vaatu fue mi obra —Le dice Azelleb, con Korra asintiendo lentamente—. Ratnack nació por el sentido mismo del universo, el cual dicta que si hay luz, debe haber oscuridad... Así que, de cierta forma, tú creaste a Ratnack. Pero ahora quieres destruirlo. ¿No lo entiendes?

   —Si Ratnack muere, nacerá otro espíritu oscuro... y así eternamente —dice Korra, bajando su mirada apenada—. A menos... —dice, volviendo a mirar a Azelleb con sorpresa—. Que lo elimines tú, pero... al completo. Eliminarías la oscuridad, pero también eliminarías la luz... Eliminarías a Raava.

   —Solo así se mantendría el balance cósmico —dice Azelleb—. Ahora dime pequeña Korra... ¿estarías dispuesta a dejar de ser el Avatar?


. . .

La Leyenda de Korra y la Sociedad de RatnackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora