vuelta a la realidad.

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-¡Gumball!- grité corriendo por el pasillo del hospital, que con la ansiedad y desesperación se me hacia cada vez mas y mas largo. Juré que nunca llegaría.- Watterson, Gumball Watterson- balbuceé a la enfermera encargada en el mesón. - Necesito el número de la habitación.

-espere unos minutos- dijo sin ánimos y con una cara totalmente demacrada la enfermera. Parecía una muerta viviente pero sin ganas de ser amigable.

-¿usted cree que puedo esperar otros minutos mas?-exclame exasperado.- no le cuesta nada decirme la habitación y ya- la encaré fulminándolo con la mirada.

- A ver, no es el primero ni último niñato que me da lecciones de como hacer mi trabajo y tampoco le haré caso, así que se espera o nada.- fue severa y cortante que me dieron unas ganas de golpearla.

- A la mierda- corrí por los pasillos llevándome varias miradas curiosas y enojadas de encargados del Hospital, hasta que lo vi detrás de una ventanilla. Ahí estaba el con gasas en el cuerpo y conectado a una maquina respiratoria. Para estar en tan malas condiciones se veía feliz, con su rostro sereno, dirijo mi mirada a la maquina que marcaba su pulso y veo como se acelera, me desespero y llamo a un doctor que rondaba cerca.

El doctor se dirige rápidamente a donde estaba Gumball y no hace nada, se vuelve hacia mi y me sonríe.

- El esta bien, son sus latidos normales, lo que pasa es que antes los tenía demasiado bajos - sacudió mi cabello y se retiró.

Suspire aliviado y me senté a su lado.

- Maldito idiota, como se te ocurre ir a la casa de una loca y además te dejan así de machucado, peor que membrillo - suspire con una sonrisa - antes estaba preocupado, y lo sigo estando, pero ahora en menor cantidad, porque se que estas en buenas manos - tome su mano y la llevé a mi frente y luego la besé. - te extraño gato estúpido, despierta luego o yo te despertare como sea - Sonreí.

Si, se que no son las palabras indicadas para decirle a alguien que esta internado en un hospital por culpa de una gran y grave golpiza. Pero vamos, se trata de Gumball, el idiota. El idiota que amo.

Siento como unos pasos se acercan y abren la puerta de la habitación de par en par, mi vista se centra rápidamente en el hombre con bata blanca que acaba de hacer una entrada casi divina.

- Hola muchachito, ¿eres visita?- se dirige a un mueble para sacar una jeringa y me asusto- tranquilo, no te drogare, son unos analgésicos que le inyectaré a esta preciosura moreteada- sonrió.

Entrecerré lo ojos y lo mire con recelo, este hombre ya me cayo mal. ¿Porque le dijo preciosura? Gumball es MI preciosura.

Vi como el doctor de alta estatura se agachó para inyectar a Gumball y no pude evitar mirar en dirección a su ropa interior que se notaba. ¿acaso estaba usando ropa interior de chica? Tenia encaje y brillantina rosada. Contuve mi risa hasta que termino de inyectarle.

-Eeeh...- traté de decir algo- ¿como en cuanto se recuperará?.- necesitaba decir algo, y ni modo preguntarle si era gay, se notaba a metros.

-mmmh... - posó su mano en la cintura.- no mucho, está  recuperándose impresionantemente rápido que asusta.- abrió sus ojos tan grandes como se podrían abrir.- Los puntos ya están listos y sus heridas limpias, como veo, puede que se recupere rápido.- salió de la sala dejándome nuevamente con Gumball a solas.

(...)

El aura de la casa era monótona, la felicidad que siempre reinaba se había esfumado de un día para otro. Todos en casa necesitábamos la chispa que siempre daba Gumball. Aunque ahora estamos un poco más animados, han pasado 2 semanas de lo de Gumball y el sigue en rposo en el Hospital de Elmore aún sin despertar.

El increible mundo de GumballDonde viven las historias. Descúbrelo ahora