Capítulo Quince: Cita no, quedada de amigos

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Até los cordones de las botas, abroché el cinturón y metí la llave en mi bolsillo. Bajé la lámpara y entré al vestidor. Tocaron la puerta, escuché la secuencia: Gemma.

– ¡Solo pasa si eres Gemma! –grité. La puerta se abrió y mi amiga vino corriendo hasta donde me encontraba. Por si acaso, agarré dos jeans, dos camisetas (ambas con una X negra, ¿será un símbolo?), dos chaquetas y dos buzos, además de ropa interior y unas zapatillas de deporte.

– ¿Por qué todo tiene una equis? –preguntó la latina.

– Eso quiero saber yo, amiga. ¡Xander! –grité, llamándolo. Él vino volando hacia nosotras.

– Es el símbolo secreto de la Elegida, es mi inicial. El del villano será la R o el color rojo, aunque no debería decirte aquello. No quiero explicarte por qué, así que no lo haré. Yo que tú agarro también algunos rollos de fotos, hay en el cajón de los zapatos naranjas –me recomendó Xander. Emocionada, abrí el cajón y guardé en mi mochila todos los repuestos que había dentro. Le sonreí a mis compañeros y salimos del cuarto. Xander se metió en mi mochila y la cerré, dejando un pequeño espacio abierto por las dudas. ¿Los libros respirarán? Cerré la puerta del cuarto y me alejé un poco para después levantar mis manos dejando las palmas dando a la puerta. Protection, invoqué. La puerta se rodeó de una bruma dorada por unos segundos y desapareció.

– Bien, ya nos despedimos de nuestros padres. Ahora, quiero ver al novio de mi hermana –dijo Nicholas. Reí y abracé a Gemma, que miraba mal a su hermano.

– No queremos usar mi portal, chicos –advertí. Gemma puso cara de pánico.

– Por favor, no. Nadie quiere. Aunque sos buena con los acertijos, sería una ventaja para no perder mucho tiempo en ello. Pero la arena... No. Nick, sácanos de acá –dijo Gem.

– Antes, tu mamá dijo que te iba a dar una carta para la Elegida –le pedí. Gemma asintió y la sacó de su mochila.

Elegida, el Reino Mágico depende de vos. Y mi mejor amiga también. Marian Courtois y sus hijos son importantes para el Reino. ¿Podrás traerlos a salvo? Oh, y cuida a mis pichoncitos. Alette, Gemma, Nicholas y a cualquier otro mago al que recurras. Y cuídate, Elegida. Confiamos en vos. Éxitos en su misión, Meredith Ross de Charpentier –leí en voz alta.

– Bien, vámonos. Antes de que alguien más sospeche. Nick, el algodón de azúcar –dijo Gemma. El heredero rodó los ojos e hizo aparecer el portal chasqueando sus dedos.

– Bienvenido, príncipe del Reino Mágico. Prepárate para tu adivinanza. El que lo usa, no sabe que lo está usando, el que lo compra, lo hace llorando, y el que lo hace, lo hace silbando. ¿Qué es? –preguntó la puerta. Lo usa, no lo sabe. Compra, llora. Hace, silba. ¿Cuándo comprás qué llorás? ¡La tengo!

– Señora, ¿puedo responder por él? –pregunté.

– Elegida, nos reencontramos. Claro, puedes. Recuerda que si no aciertas, no podrás volver a usar las puertas –me advirtió. Sonreí y asentí.

– Es un ataúd. No podés saber que usas el ataúd, porque estás muerto. Cuando lo comprás, llorás porque alguien a quien querías murió y el que lo hace no sufre, solo hace ataúdes –respondí. La puerta se abrió y una bruma celeste nos atrajo. 

Si el mío parecía arena, el de Nicholas eran nubes. Era tan suave y esponjoso... Caímos uno arriba del otro: Nicholas debajo, yo en el medio y Gemma arriba mío. Mi amiga se levantó y me ayudó. Luego ambas ayudamos a Nick.

– Amo tus puertas, bro –le dijo Gemma. Yo asentí, de acuerdo.

– Me sentía en las nubes –comenté.

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