Perdí toda la mañana en una sala de juntas con mi equipo gerencial, medio prestando atención a una conferencia telefónica con Josh en Los Ángeles, mi tío en Nueva York, y sus respectivos equipos.
—La nueva adquisición no está desempeñándose como esperábamos.
—Sí, pero la verdadera pregunta es: ¿será una tendencia o un incidente aislado?
—¿Alguien puede proyectarlo en una hoja de cálculo?
Bla, bla, bla. Pura palabrería.
Desde anoche que envié mi solicitud a El Club, no he podido concentrarme en lo más mínimo. Incluso cuando la joven cajera del súper orgánico me sonrió y me preguntó qué haría más tarde, sólo pude tomar mis bolsas de la caja registradora y contestarle que estaría ocupado. Y eso que tenía perforaciones, lo que significa que tiene una seria falta de amor paternal. No recuerdo cuándo fue la última vez que rechacé a una mujer así, porque por lo regular son mi talón de Aquiles. Pero en este momento no estoy centrado en la seducción.
Apenas minutos después de enviar la solicitud, recibí un correo automatizado de una dirección no manejada por una persona que me informaba que mi agente de admisión había recibido mi solicitud y que se procesaría cuanto antes. «El proceso de revisión toma hasta dos semanas y está diseñado para garantizar la máxima protección, privacidad y satisfacción de nuestros clientes», decía el correo. «Gracias por su paciencia».
Me encabronó enterarme de que tardaría tanto. Esperaba recibir una respuesta cálida y veloz de El Club, como cuando las edecanes hawaianas te reciben con un vaso de mai tai en el lobby de tu hotel. ¿Qué podría retrasar la respuesta hasta dos semanas? Contesté todas sus preguntas con honestidad y seguí las instrucciones al pie de la letra; no soy un asesino en serie ni un ladrón ni un yonqui, y Dios sabe que el costo entero de mi membresía anual ya está aguardándolos en el banco, sólo generando intereses. Entonces, ¿qué demonios podría hacer que tardara dos semanas? No puedo dejar de revisar mi correo electrónico personal, con la esperanza de que de algún modo las cosas salgan más rápido de lo esperado.
Ahora que por fin estoy solo en mi oficina, cierro la puerta y de inmediato abro mi cuenta de correo electrónico personal, aunque sé que no habrá nada nuevo. Se me para el corazón. Hay un mensaje en la bandeja de entrada que llegó a las 2:12 a.m., más o menos una hora después de que me fui a dormir. Se me cierra la garganta de pensar en que ese mensaje ha estado esperándome toda la mañana mientras yo estaba atrapado en una conferencia telefónica sobre «proyecciones» y «acciones convenidas».
El correo es de alguien que se identifica como «Su bella agente de admisión». ¡Mierda! Al dar clic en el nombre de la remitente, descubro que la dirección de correo electrónico es su_bella_agente_de_admision@gmail.com. ¡Cielos! Me pulsan las orejas. Tengo la boca seca. Abro el correo.
Mi brutalmente honesto señor Faraday:
Este correo no es un mensaje oficial de El Club. De hecho, si las autoridades de El Club se enteraran de su existencia, perdería mi empleo antes de poder decir «mi zona ardorosa», «que se caigan los pétalos», «meterse como cuchillo en mantequilla tibia» o, quizá mi favorita, «cerdo arrogante e hijo de puta engreído con complejo de Dios». Por lo tanto, con la finalidad de que pueda seguir pagando la renta mensual de mi departamento, confiaré en que este mensaje quedará entre nosotros. Usted sabe: será nuestro secretito. Gracias.*
Le di vueltas y vueltas al asunto mientras intentaba agarrar valor para enviarle este mensaje, y luego intenté convencerme de no hacerlo (porque es un hecho que se trata de una pésima idea), y luego intenté dejar de leer y releer obsesivamente la parte de su solicitud dirigida a mí (fracasé, por supuesto), y luego intenté descifrar cuáles eran las palabras exactas que le escribiría si me atrevía a enviar este correo (lo cual sabía que era inevitable). Así que heme aquí, escribiendo este mensaje después de consumir una cantidad significativa de suero de la verdad barato (¿o quizá suero de la estupidez?) y jurando que presionaré «enviar» cuando acabe, aun si hacerlo califica como una tontería digna de una infracción.
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EL CLUB
Teen FictionSarah es una chica joven que trabaja como agente de admision en un club de citas por internet para poder costearse la carrera de Derecho. Jonas Faraday, un hombre adinerado y exitoso profesionalmente, entra en contacto con El Club despues que se lo...