¿Nombre?
Inhalo y exhalo despacio. ¿En serio voy a hacerlo? Sí, claro que sí. Tan pronto Josh mencionó de pasada «El Club» cuando hace cuatro meses escálabamos el monte Rainier, supe que sería cuestión de tiempo para terminar frente a la computadora llenando la solicitud.
«Jonas Faraday», tecleé.
Al hacer esta solicitud, es indispensable adjuntar tres tipos de identificación distintas. El Club tiene una política estricta de «cero pseudónimos» al momento de admisión. No obstante, es posible usar alias durante las interacciones con otros miembros de El Club, a discreción personal.
Que bueno. Gracias. Pero me sigo llamando Jonas Faraday.
¿Edad?
Tecleo «30».
Proporcione una breve descripsión personal.
«En muy buena forma. 1.85 m, 88 kg».
Espera. He estado haciendo ejercicio como enajenado el último mes. Entro al baño y me subo a la báscula. Regreso a la laptop.
«86 kg».
Al llenar esta solicitud, es indispensable enviar tres fotografías recientes a su agente de admisión. Por favor, incluya a las siguientes: un retrato de frente, una toma de cuerpo completo en la que muestre su físico y una toma con un atuendo que acostumbraía usar en público. Estas fotografías serán resguardadas bajo un acuerdo de estricta confidencialidad.
¡Vaya! ¿En serio voy a enviar mi información personal y tres fotos mías a quién sabe sónde, para que las vea un «agente de admisión» desconacido y así poder entrar a un club de citas o club sexual del que no sé nada?
Suspiro.
Sí. Claro que lo haré. Aunque vaya en contra del sentido común, en contra de cualquier razonamiento analítico, e incluso si mi instinto me dice que quizá sea una pésima idea. Desde que oí a Josh hablar de El Club hace cuatro meses supe que lo haría.
-¡Es genial, hermano!- me dijo Josh, apoyando la punta del pie sobre una piedra y estirando la mano hacia un peñasco cercano-. Es el dinero mejor invertido de mi vida.
¿Era el dinero mejor invertido de su vida, tratándose de un tipo que maneja un Lamborghini? Esa era una reflexión que no podía ignorar. De hecho, gracias a la recomendación intrigante de Josh casi ho he pensado en otra cosa desde aquella escalada. Aun cuando estoy en medio de la que podría ser una cogida épica con una sensual maestra de kínder o abogada o encargada de la barra del bar o azafata o banquera personal o estilista o enfermera pediátrica o fotógrafa, lo único en lo que puedo pensar es en lo que quizá me estoy perdiendo al no pertenecer a El Club.
-Es como una sociedad secreta - me explicó Josh-. Hay miembros en cualquier lugar del mundo al que vayas, sin necesidad de aviso previo, y con quien te emparejan siempre es... asombrosamente compatible contigo.
Eso de «asombrosamente compatible» fue lo que me enganchó y me impidió pensar en otra cosa, no fue la parte de poder encontrar otros miembros en cualquier parte del mundo sin aviso previo. Todos sabemos que no tengo problema en encontrar una pareja sexual casi siempre que quiero, en el lugar al que vaya, sin necesidad de ayuda ajena.
No me gusta ser cínico al respecto, pero las mujeres se me lanzan, supongo que por mi apariencia (eso dicen) y mi dinero (imagino), y aveces incluso por mi apellido (el cual no es ningýn mérito). Jovenes, viejas, casadas, solteras, sensuales, promedio, rubias, morenas, inteligentes, cabronas, curveadas o esqueléticas. Da igual. Al parecer puedo tener a la que yo quiera, con la misma facilidad con la que puedo ordenar «papas fritas con lo que sea» si así lo deseo. Y sí, en el último año cada vez lo deseo más, sin parar. Es casi como una obsesión. Y empiezo a odiarme por ello.
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EL CLUB
Teen FictionSarah es una chica joven que trabaja como agente de admision en un club de citas por internet para poder costearse la carrera de Derecho. Jonas Faraday, un hombre adinerado y exitoso profesionalmente, entra en contacto con El Club despues que se lo...