Capítulo 13 "Jonas"

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Requirió una considerable suma de dinero rentar todas las mesas de Canlis para toda la noche con tan poca antelación. Tuve que aceptar pagar cinco veces el estimado superior de ganancias totales de la noche para que aceptaran cerrar el restaurante y cancelar las reservaciones existentes (con el pretexto de una posible fuga de gas). Pero ¡qué diablos! Si ya tiré un cuarto de millón de dólares a la basura y otros veinte mil para hackear el servidor de la Universidad de Washington, ¿qué más da gastar otros treinta mil en una cena? Esta noche, yo pago y hago y digo lo que sea necesario con tal de hacerla entender que no soy un mero trozo de carne erecta.

     Miro el reloj. Apenas pasan de las ocho. Pronto. Muy pronto. Estoy ansioso.

    ¿Y si se negó a subirse a la limusina al verla estacionarse frente a su edificio? ¿Y si después de recibir mis regalos los tiró a la basura y lanzó cada uno de los floreros contra el suelo?

     —¿Es todo de su agrado, señor Faraday? —me pregunta el dueño del restaurante y señala las luces blancas intermitentes que colgaron en las paredes a petición mía.

     —Es perfecto —contesto—. Es San Valentín en marzo. Muchas gracias. —Me asomo por el ventanal que da a la ciudad—. Y la vista es increíble.

     —El paisaje de Seattle nunca decepciona.

    Exhalo. Estoy mucho más nervioso de lo que esperaba. No hay garantía alguna de que viene en camino.

     Me siento en la mesa que nos prepararon y miro fijamente el firmamento estrellado. Me tiembla la rodilla. La obligo a estar quieta. El celular vibra para indicar que llegó un mensaje. Miro la pantalla y sonrío: «Estimado: 5 minutos». Le di instrucciones al conductor de enviarme un mensaje cuando estuviera a cinco minutos de llegar. Parece que Sarah se subió al auto. Es un comienzo, un excelente comienzo.

     Mientras espero de pie en la entrada del restaurante a que se estacione la limusina, mis sentidos se agudizan, como si fuera un gato salvaje observando a su presa. Es una noche fría. Necesitaré toda mi capacidad de autocontrol para no abalanzarme sobre ella cuando llegue.

     Por fin aparece la limusina y abro la puerta. La adrenalina me inunda la sangre.

     Ahí está.

     ¡Cielos!

     Su foto se queda muy corta.

     Una especie de instinto primigenio de cazador amenaza con tomar control de mis acciones. Quiero acorralarla y poseerla en este preciso instante. Pero, claro, esa no es opción. Tengo que hacerle entender que las ganas de acostarme con ella no me definen. Si lo único que quisiera fuera tener sexo, eso lo obtendría en El Club. De algún modo, me contengo lo suficiente como para fingir ser un humano normal, capaz de mantener una conversación normal.

     —Sarah —digo con un suspiro y le tiendo la mano—. ¡Feliz Día de San Valentín!

     Me sonríe. Qué labios. Me desarmaron tan pronto vi su foto, pero al verla en persona me hacen querer ponerme a sus pies. 

     —Feliz San Valentín, Jonas —contesta.

    Me mata su voz ligeramente áspera. La principal prioridad esta noche será no perder el control de mis acciones.

     Toma mi mano.

    Su piel es suave y cálida. Miro su mano sobre la mía y observo ese cautivador anillo suyo, el cual casi me hace perder la cabeza.

     Durante una fracción de segundo, considero empujarla al interior de la limusina, treparme sobre ella y recorrerla por completo con las manos.

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