Capitulo 7 "Jonas"

216 11 0
                                    

El Pine Box está a reventar, como siempre. Me siento en la barra.

—Una Heineken.

El barman asiente.

Acaricio el brazalete púrpura que rodea mi muñeca. Parece una tira de neón queanuncia a todos que soy un pervertido. Miro el reloj. Llegué unos cuantos minutosantes. Me pregunto cuánto tardarán las palomillas púrpuras en aproximarse. Examinoel bar con la mirada. No veo a nadie con brazalete púrpura. Pero, al parecer, según lasreglas, quizá nunca lo vea. Supongo que cualquiera de estas mujeres podría ser socia,y muchas de ellas son atractivas. De hecho, son muy guapas.

Dos mujeres sentadas en un gabinete al fondo me llaman la atención. Una de ellases exactamente el tipo de mujer que por lo general me atraería: alta, de cabello rubio ycomplexión atlética. Parece Christie Brinkley de joven. Es la mujer que cualquieraquerría seducir, o al menos cualquiera que vea películas de Hollywood o pornografía.Sin embargo, por algún motivo, es la mujer sentada frente a ella la que me despiertamayor interés. Es curioso, porque ni siquiera alcanzo a verle la cara. Tiene la carametida en el menú, como si lo estuviera examinando con detenimiento. Lo único quealcanzo a verle es la frente que asoma detrás del menú y la larga cabellera oscura quele cae sobre los hombros. Tiene manos particularmente llamativas; dedos largos ydelgados, uñas naturales y un anillo de plata liso en el pulgar. Qué sexi.

Pero lo que más me atrae es su piel, o al menos lo poco que alcanzo a ver de ellaen sus manos, brazos y esa pequeña franja de frente que asoma por encima del menú.Tiene exactamente el mismo tono de piel aceitunado que imagino que tendrá Sarah, y también se ve suave y tersa, como se veía la de Sarah en las dos fotos que me envió.No puedo quitar la vista de la mujer escondida detrás del menú. Lo único que quieroes ver su cara. Si tan sólo pudiera ver su cara, al menos una vez, quizá bastaría paratener algo que imaginar, aunque sea un gesto, cuando esté en la ducha, frotándomedespués de hacer ejercicio mientras imagino cómo hago a Sarah explotar de placer.

El barman pone la cerveza en la barra frente a mí. Asiento y le lanzo un billete de diez.

Pero ¿qué me pasa? Ya no debo pensar en Sarah. Esa era el punto de venir aquíesta noche con mi brazalete púrpura de pervertido, ¿no? Estoy aquí para olvidarme de ella. ¿No quiere saber nada de mí? Perfecto. Yo tampoco quiero volver a saber de ella. Esta noche les daré mi atención absoluta a mis nuevas amiguitas de color púrpura,sean quienes sean.

Miro de nuevo el reloj: 5:05. Salgan a jugar, muñecas.

Una vez que le agarre el modo a El Club, es seguro que no tendré tiempo paravolver a pensar en Sarah. Estaré demasiado ocupado haciendo que mis compañeraspúrpuras enloquezcan de placer, para después despedirme de ellas sin sentir el másmínimo remordimiento. Y ellas quedarán felices y satisfechas también, pues eso erajusto lo que buscaban. Nada más. No fantasearán con almas gemelas ni con unaespecie de «vínculo profundo». Ambos quedaremos sexualmente satisfechos y esobastará. Nadie saldrá herido. Me sentiré como niño en juguetería. ¿Por qué me dijoque todos me mienten y que eso es lo que yo quiero? ¡Es justo lo contrario a lo quequiero! ¿Qué querría decir?
     De pronto me descubro deseando que la mujer detrás del menú sea una de miscompañeras púrpuras. Parece posible, pues sin duda siento que me ha estado mirandoen secreto cada vez que miro en otra dirección. O quizá es la rubia la que me hacesentir eso, pues ella no oculta sus miradas constantes y sus sonrisas. Quizá ambas sonparte de El Club. No, no puede ser. No escribí nada en la solicitud de querer tríos. Yalo he intentado y no es de mi agrado. Las dos veces que lo intenté, terminéconcentrado en una sola mujer y excluí a la otra, y la mujer «sobrante» empezó ahacer berrinche, y se puso insistente para llamar la atención, hasta que se convirtió enun obstáculo absoluto para lograr mi misión con la mujer en que me habíaconcentrado. Me di cuenta casi de inmediato que prefiero poner toda mi atención enuna sola mujer.
     Debo confesar que, si acaso la rubia trajera puesto un brazalete púrpura en esteinstante, no estoy seguro de que me interesara, aunque es justo el tipo de mujer quesuelo conquistar. Por alguna razón, no quiero actuar como siempre. Esta noche quierotener una belleza de piel aceitunada retorciéndose entre mis sábanas blancas dealgodón egipcio. Al diablo. Aun si la mujer detrás del menú no es socia, podríallevármela a casa y darle la mejor noche de su vida.
     Estoy siendo irracional. Si quería venir a ligar a cualquier mujer en el bar, ¿con quéfinalidad pagué doscientos cincuenta mil dólares para que El Club me contactara conmujeres «asombrosamente compatibles conmigo»? Necesito enfriar motores yconcentrarme en la tarea que tengo enfrente.
     Doy un gran trago a la cerveza y miro de nuevo a mi alrededor. Hay muchasmujeres atractivas. Sin embargo, no veo a ninguna con brazalete púrpura. Me sientocomo presa y no como cazador. No estoy acostumbrado a esto y no sé si me gusta. De Hecho, estoy seguro de que no me agrada. Me gusta tener el control todo el tiempo.
     Quizá deba entrar a la aplicación para ver si alguien más se registró, y luego haceruna especie de cacería silvestre hasta encontrarla en el bar. Sí, seguro eso es lo quedebo hacer. No pude prestar atención a todas las instrucciones y los materiales que meenvió El Club por estar tan absorto pensando en Sarah. Supuse que sería más sencillo.
     Sarah.
     ¿Por qué me rechazó de esa forma sin siquiera darme derecho de réplica? Pensé que todo iba bien entre nosotros. Jamás he deseado tanto a una mujer en mi vida, ¡yni siquiera la he visto! ¿Qué demonios esperaba de mí? ¿Qué clase de pros esperabaque le ofreciera con tal de que me permitiera conocerla en persona? Qué exigente.Qué poco razonable. Probablemente me ahorré una gran molestia.
     No, a pesar de mi rabia, sé que no es verdad. La única que se ahorró una gran molestia fue ella. Huyó como desesperada porque es inteligente. Aunque estoyfurioso, no puedo evitar sonreír al recordar nuestro intercambio de correos. «¿Enserio acaba de preguntarme mi signo zodiacal?», dijo. «¿No se supone que era usteduna especie de encantador de mujeres?». Hasta sus embates me encantaban. Si tan solo me hubiera dejado verla, las cosas habrían sido distintas. Sé que sí. El tipo dequímica que tenemos —aunque sea a través del maldito correo electrónico— no es algo que ocurra todos los días. Me abruma imaginar lo fulminante que habría sido esaquímica de habernos visto en persona. Seguro habría sido agradable que me dejara amí decidir qué estaba dispuesto a ofrecerle y qué no, en lugar de decidir por sí solaque nada le bastaría. ¡Mierda! No logro pensar con claridad cuando se trata de ella.
     Miro de nuevo hacia el gabinete de la esquina. La chica del menú sigueescondiendo el rostro. ¿Cuánto puede tardar alguien en elegir lo que va a pedir? Lapiel de su brazo se ve exquisita. Sí, no sé si resistiré la tentación de seducir a la mujerdel menú esta noche. ¡Al diablo con el cuarto de millón de dólares! Tengo un añoentero para disfrutar los beneficios de El Club. ¿Para qué apresurarme? Esta nochequizá me deleite con la doble de piel de Sarah. Sí, la chica del menú puede ser mireemplazo de Sarah. ¿Qué mejor forma de ayudarme a perder el interés en la original?Imaginaré que la mujer de la esquina es Sarah, la llevaré a casa, la degustaré, la harévenirse, la penetraré con ganas, y luego dejaré que me inunde la habitual ola de apatíay falta absoluta de interés. Si la chica del menú sale herida, es su problema. Será unaforma clásica de terapia de aversión —La Sarah mecánica—, y quedaré curado deSarah para siempre.
     Me pongo en pie. Eso es justo lo que haré. No me importa quién sea; sussentimientos me dan igual esta noche. Si no puedo sacarme a Sarah de la cabeza,tendré que cogerme a esa mujer toda la noche hasta lograrlo.
    —Hola.
     Es una morena con ojos azules deslumbrantes. Es preciosa; el sueño de cualquier hombre. Me sonríe y se acomoda un mechón de cabello oscuro detrás de la oreja paradejar ver por completo el brazalete púrpura que trae en la muñeca. Esboza una sonrisade oreja a oreja cuando fijo la mirada en su brazalete. Tiene dientes blancos perfectos.
     —Hola —contesto y miro de nuevo hacia la esquina, pero hay un grupo grande decomensales pasando que me impiden ver a la chica del menú. ¡Carajo!
     —Me llamo Stacy —dice mi nueva amiga y me tiende la mano—. Eres nuevo en El Club, ¿verdad?
     —Sí. —Al darle la mano, volteo de nuevo hacia la esquina. Me sorprende ver losgrandes ojos pardos de la otra chica mirándome por encima del menú. Tan prontonuestros ojos se encuentran, desvía la mirada de forma abrupta y levanta de nuevo el menú. ¿Qué demonios? Si me estaba observando hace un instante.
     De pronto se me pone la piel de gallina. ¡Dios!
     Miro de nuevo a mi palomilla púrpura.
     —¿Me darías un segundo?
     Su sonrisa se esfuma.
     — ¿No piensas invitarme un trago?
     —Perdón. Por supuesto. ¿Qué quieres beber?
     Se queda pensando un momento y yo siento que voy a explotar de la ansiedad.¡Vamos! ¡Decídete ya! No es cuestión de vida o muerte. Sólo es una bebida.
     —Me encantaría una copa de chardonnay —contesta finalmente con una sonrisaseductora, y yo me apresuro a pedir su bebida.
     Siento una inmensa urgencia acumularse en mi interior. Estoy pensando un alocara.
     Stacy me pone la mano en el brazo.
     —No me has dicho tu nombre.
     —Jonas.
     —Es un placer conocerte, Jonas. —Se relame los labios. Sus facciones sonabsurdamente perfectas—. Debo decir que eres una sorpresa muy agradable.
     Intento sonreírle, pero estoy demasiado distraído como para ponerle atención.Estoy pensando algo descabellado, algo irracional, digno de alguien que quiere que lemientan. Estoy pensando que Sarah vino esta noche. Estoy pensando que Sarah, mibella Sarah, está sentada en esta misma estancia, a veinte metros, mirándome ocultatras un menú. Estoy pensando que, a pesar de haberme enviado esa nota de su puño yletra, no puede dejar de pensar en mí, como yo no puedo dejar de pensar en ella.
     —Igualmente, Stacy. Ahora vuelvo. Disfruta tu vino. —Le doy la espalda a Stacy,sin esperar su respuesta, y de inmediato me abro paso hacia el gabinete de la esquina,con el corazón a punto de explotarme—. Permiso —digo y me abro camino entre lamultitud mientras me retumban los oídos.
     No.
     ¡No! ¡Nooo!
     Ya no está en el gabinete.
     Miro a mi alrededor con desesperación, pero no la veo por ninguna parte. La chicadel menú y su amiga supermodelo se esfumaron por completo.

--------------------------------------
Follow me in instagram please.
Girl.almighty.12

EL CLUBDonde viven las historias. Descúbrelo ahora