Estoy de pie en el baño de Jonas Faraday, lavándome los dientes en el lavabo de Jonas Faraday, mirándome en el espejo de Jonas Faraday. ¿Cómo llegué aquí? Sin duda alguna, la vida está llena de sorpresas.
Cierro los ojos mientras me cepillo los dientes.
La expresión que puso cuando le pregunté por su familia —la profunda tristeza que inundó sus ojos— casi me rompe el corazón. ¿Qué le habrá pasado a ese pobre niño de siete años? Claramente, no está listo para tocar el tema aún.
Por lo que pude investigar, sé que cuando Jonas tenía 17 años murió Joseph, su padre. Pero no encontré nada en particular sobre cómo sucedió. Ahora que lo pienso, no encontré un solo dato sobre su madre. Creo que supuse que estaría viva y que pertenecería a la mesa directiva de algún hospital infantil u organizaría fiestas para recaudar fondos. Pero, con base en la expresión y la mirada de Jonas, es obvio que tampoco está viva, y que lo que sea que le ocurrió le sigue causando un profundo dolor.
Coloco mi cepillo de dientes junto al lavabo y me enjuago la boca.
Se escucha un ligero golpe a la puerta.
—¿Sarah? —pregunta.
—Pasa —contesto.
Jonas entra al baño.
—¿Te bañas conmigo? —me pregunta.
—Me encantaría.
Se me acerca con la agilidad de una pantera. Sus músculos firmes son de fuera de este mundo.
—Pero primero... —Me acerco y tomo su cara entre mis manos—. He querido hacer esto toda la noche —le doy un ligero beso en los labios. No es un beso apasionado, sino más bien afectuoso. Es un beso que dice «sin importar cuán dañado estés, Jonas Faraday, sigo queriendo estar contigo».
Cierra los ojos y emite un profundo suspiro cuando mis labios pasan de su boca a sus párpados, y recorren sus cejas hasta llegar a la punta de su escultural nariz. Le acaricio la cara con las puntas de los dedos, recorriendo la línea que forman sus cejas.No deja de maravillarme la perfecta simetría de sus rasgos.
Jonas suspira de nuevo, apaciguado por mis caricias. Cuando por fin abre los ojos, me mira con tanta entrega —una entrega franca, cruda, vulnerable—, que me pongo de puntas y lo abrazo con fuerza, como si fuera un niño perdido que acabo de encontrar en el centro comercial.
Me abraza también con emoción, y siento su respiración en el cuello.
Nos quedamos ahí, abrazados en silencio. Cuando se separa y me mira de nuevo, pone cara de inquietud.
—¿Qué tienes? —me pregunta.
Niego con la cabeza. No pasa nada, según yo. Simplemente me resulta difícil ignorar las intensas emociones que giran en mi interior.
—Nada —susurro e intento sonreír.
Se aleja un instante para abrir el agua caliente de la regadera.
Cuando regresa, me quita con delicadeza un mechón de la cara.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta.
Me encojo de hombros.
—Si contesto esa pregunta, toda mi estrategia para esta noche se arruinará.
Esboza una sonrisa a medias.
—Me refiero a cómo anda todo allá abajo.
¿Allá abajo? No puedo creerlo de un hombre que suele llamar a las cosas por su nombre.

ESTÁS LEYENDO
EL CLUB
Teen FictionSarah es una chica joven que trabaja como agente de admision en un club de citas por internet para poder costearse la carrera de Derecho. Jonas Faraday, un hombre adinerado y exitoso profesionalmente, entra en contacto con El Club despues que se lo...