Capítulo 22 "Jonas"

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No creí que fuera posible, pero en sólo tres días que estuvimos separados había olvidado lo hermosa que es. Tan pronto abre la puerta de su departamento, siento que me estoy reencontrando con la mujer que esperó mi regreso a casa después de luchar en una brutal guerra. No puedo contenerme de tomar su rostro entre mis manos y besarla con pasión. Sabe delicioso. A menta.

     —Bienvenida a tu primer día en el Club Jonas Faraday —digo tan pronto separa sus labios de los míos.

     Ella asiente y sonríe. Pero su sonrisa no es tan radiante como esperaba que fuera. Algo no está bien. Lo presiento. ¿Estará teniendo dudas respecto a irse de viaje conmigo? Pensé que ya habíamos superado aquello de «no confío en ti porque eres incapaz de establecer vínculos emocionales complejos». ¡Mierda! ¿Cuántos más pros puedo demostrarle que tengo? Se me están acabando las formas de reafirmar mi valía.

      —¡Qué bueno que estás aquí! —dice y exhala, aliviada, mientras me abraza. Me aprieta con fuerza y me planta un beso en los labios que me deja muy en claro que no está teniendo dudas respecto a nuestro viaje. Pero sé que no imaginé el destello de ansiedad que atravesó su rostro hace un segundo—. Jonas —dice y me besa una y otra vez—. Te extrañé tanto —quizá estoy loco, pero me parece que podría soltarse a llorar en cualquier momento. Sí, algo está aturdiendo a esa hermosa cabecitasuya, aunque eso no es novedad.

       —¿Estás bien? —le pregunto mientras busco su mirada.

       Asiente.

      —Sólo estoy contenta de que estés aquí. —Me besa de nuevo, y un chispazo eléctrico me recorre el cuerpo.

      —Si me sigues besando así —le murmuro a los labios—, terminaremos perdiendo el vuelo.

      Me aparta de mala gana.

      —¿Ya me dirás adónde vamos?

      —No, no, no —contesto con el dedo índice en el aire—. Lo sabrás muy pronto —señalo la maleta junto a la puerta—. ¿Este es tu equipaje?

      Ella asiente.

       —Ah, y esto. —Levanta del sofá el portafolio de su laptop.

       Tomo el portafolio y lo dejo de nuevo sobre el sofá.

       —No.

       —Pensé que quizá podría echarle un vistazo a mis esquemas de estudio en los ratos libres.

       Esbozo una sonrisa maliciosa. No tendremos un solo minuto libre. ¿De verdad necesito explicárselo?

      Se sonroja.

       Al parecer no.

       —Nada de computadora, pues —acepta. Tuerce la boca con gesto de «¿en qué estaba pensando?».

       —Me agrada que empieces a seguir mis instrucciones al pie de la letra.

       —Un trato es un trato —dice—. Me costará un ojo de la cara pertenecer a este club, así que más vale que le saque provecho —se ríe. Al parecer le sigue pareciendo graciosa la forma de «pago» que le he exigido.

       —¿Tienes listo tu pasaporte? —pregunto.

        Le da una palmada a su bolso.

       —Llegó anoche, tal y como lo prometió Georgia.

       —Vayamos entonces. —Tomo su equipaje y la guío en la oscuridad de la madrugada hacia la limusina que nos espera en la esquina. El conductor sale y acomoda su maleta en la cajuela, mientras yo la dirijo hacia la puerta trasera. Los recuerdos de nuestro último paseo en limusina me hacen estremecerme tan pronto la veo agacharse para entrar.

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⏰ Última actualización: Sep 07, 2017 ⏰

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