Agradezco estar solo en la regadera en este momento. Por lo regular disfruto tomar un baño con la mujer con quien acabo de acostarme, pero hoy no. El sexo con Stacy fue... insatisfactorio. De hecho, fue casi repulsivo, para ser franco. No puedo creer que acabo de usar el adjetivo «repulsivo» para describir el sexo con una mujer como Stacy. Pero no puedo evitarlo.
Stacy tiene un cuerpo increíble —firme y delgado, con curvas en los lugares adecuados—, piel suave, cabello grueso y los ojos más azules que he visto jamás. Aun así, no me atrapó ni por un instante. Definitivamente no me entusiasmaba hacerle sexo oral, así que no tengo la más mínima idea de por qué lo hice. Supongo que es la costumbre. Quizá fue para convencerme de que estoy de vuelta a las andadas. Tal vez creí que podría engañarme y terminar disfrutándolo si lo intentaba, como en la universidad. Pero fue un pésimo error de juicio de mi parte. Aunque no lo crean, tan pronto mi lengua tocó su vulva sentí una arcada de asco, como si hubiera probado leche rancia o algo así.
Pero Stacy no pareció darse cuenta de que estuve a punto de vomitarle encima. En el instante en el que mi lengua tocó su clítoris, empezó a gemir sin parar y a hacer todo lo esperado —se retorció y rogó y aulló y suplicó—, como si yo hubiera activado un botón mágico. De hecho, se prendió tan rápido y con tanta intensidad que no pude evitar poner los ojos en blanco y separarme de ella. Me quedé mirándola y me contuve de gritarle: «¿En serio, Stacy?».
Claro que no le dije nada, pues a fin de cuentas soy un caballero, pero en ese instante dejé de lamerla y la miré con cara de absoluta incredulidad. ¿Saben qué hizotan pronto me detuve? Gimoteó y me rogó que se la metiera toda como si nunca anteshubiera estado así de excitada. Fue casi hilarante. Era obvio que todavía no le habíahecho nada, pero ahí estaba ella, siguiendo el guion de lo que describí en mi solicitudal pie de la letra. No lo pude creer. Sin embargo, es difícil resistirse a una mujer que tesuplica que te la cojas, aunque sea una maldita mentirosa. Así que eso hice, me lacogí, aunque no me enorgullezco de ello.Tan pronto la penetré —lo cual hice sin delicadeza alguna, para ser franco—, lo único en lo que podía pensar era en terminar, en lugar de querer producirle algún tipo de placer. Y ¿qué creen? ¡Sorpresa! Tan pronto estuve dentro de ella, se vino como un camión de volteo... o eso aparentó. (O, como diría Sarah, presuntamente se vino como camión de volteo). ¿Saben qué pensaba yo durante su presunto orgasmo?Pensaba «¡no me jodas!». No es el pensamiento ideal mientras una mujer se retuerce sobre tus sábanas blancas en aparente éxtasis. De hecho, es bastante grotesco.
Y ahí fue cuando lo supe con claridad: «¡Quiero a Sarah!». Tan pronto empecé a pensar «Quiero a Sarah», mientras embestía a Stacy con mi miembro, me di tanto asco y me sentí repelido, deprimido, completamente solo. Quise salirme y olvidarme de eyacular. Pero no lo hice. Por el contrario, me dejé llevar por la creencia de que soy un hombre de cierto calibre. Así que cerré los ojos, seguí adelante e imaginé que penetraba a Sarah, la de la piel aceitunada, la de los senos perfectos y los pezones rígidos que habría dado cualquier cosa por besar. Sarah, la del preciso e increíbleradar para detectar patrañas. Sarah, quien nunca ha tenido un orgasmo y decidió confiarme esa delicada perla de información. Sarah, quien sabe que soy un patán, pero igual se tocó a sí misma mientras repetía mi nombre. Así es. Cerré los ojos y dejé que mi imaginación construyera una imagen borrosa de Sarah, una amalgama entre las fotos de Sarah y la chica del menú, y penetré a Stacy como un maniático.
Pensar en Sarah me hizo darle aún más duro a Stacy. Mientras la taladraba —y ellagemía y se retorcía debajo de mí—, me repetí que Sarah no podría mantenerse alejadade mí, aunque hubiera eliminado su cuenta de correo, aunque me hubiera escrito esaestúpida nota. Con cada embate, me repetía que Sarah me había buscado en laaplicación de El Club y había descubierto que estaría en el bar, y que no podía dejarde pensar en mí, de sufrir por mí, y que me deseaba tanto como yo a ella. Imaginé quelas cosas salían distintas en el Pine Box; que Sarah era la chica del menú, y que yo medirigía directamente al gabinete de la esquina en lugar de pedirle un trago a Stacy, yque me acercaba a ella y le arrebataba el menú y le decía: «Vendrás conmigo en esteinstante». Mientras mi piel desnuda se frotaba contra la piel blanca y suave de Stacy,una y otra vez, imaginé el arrebato de sentir la piel tersa y aceitunada de la chica delmenú frotándose contra la mía. Imaginé que el sudor de la chica del menú se mezclabacon el mío, que su largo cabello oscuro ondulaba sobre mi almohada blanca, que susdelgadas manos se aferraban a mi espalda, que sus uñas me arañaban, que el anillo delpulgar me rasguñaba la piel.
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EL CLUB
Teen FictionSarah es una chica joven que trabaja como agente de admision en un club de citas por internet para poder costearse la carrera de Derecho. Jonas Faraday, un hombre adinerado y exitoso profesionalmente, entra en contacto con El Club despues que se lo...