Colillas

22 0 0
                                    


Entre las hojas caídas del melancólico y fugaz otoño te descubrí, con la mirada perdida mientras yo sonreía, aún teniendo los ojos llorosos. Te quise pegar, sinceramente, te quise gritar y te quise herir, como habías hecho tu conmigo. Me acerqué y te miré, te miré bien para memorizar cada detalle de esa escena porque sabía que sería la última vez, aunque no quisiera, aunque quisiéramos los dos, lo era. No te notaba feliz, sabía que al menos, conmigo, no lo eras y me puse triste. Por todos los recuerdos, todas las sonrisas, todas las fotos y fichas y en definitiva, toda nuestra historia.

¿Sabes que es la última vez, no? - no rompi la voz, ni sonaba triste, pero joder, tenía los ojos llorosos. Tal vez una parte de mi aún tenía esperanza en un "tal vez":

Me miraste, estabas fatal. Igual que yo. Tampoco querías.

Si, lo sé. Lo siento...

Lo sé, yo también lo siento... por traerte hasta aquí, pero sabes que me gusta terminar las cosas bien, no dejarlas a medias. Tener últimas veces...

Te abracé, o más bien abracé a la parte de ti que quería abrazar, olvidándome por completo de aquella parte que me hirió. Necesitaba hacerlo, tan solo un poco. Te iba a echar de menos. Me abrazaste, no sé si estabas arrepentido, si estabas fingiendo, si habías sentido la mitad de cosas que yo por ti. Me habría gustado meterme en tu cabeza, como en la de todos, pero sobretodo en la tuya, para saberlo. Nos despegamos, lentamente. Nos separamos.

Eh, no pasa nada ¿vale? Todo está bien... Que tampoco molo tanto por favor.

Menuda idiota eres - medio sonríes-... y yo más idiota aún.

Estábamos abatidos, nos apoyamos en el tronco de un árbol, mientras doblamos a la vez nuestras piernas para sentarnos en la tierra adornada por las marrones y naranjas hojas. Era mi estación favorita, la estación en la que nos conocimos y en la que... nos separamos y quizás por eso el otoño me recordará los próximos meses o años a ti y se me llenarán los ojos de lágrimas, como ahora. Nos sentamos muy cerca, sabiendo que nos quedaba poco ya que decir y mucho por vivir, que era el contacto que nos podíamos permitir.

Te voy a echar de menos, paneca.

Como si no lo supiera... Eres un cacho panecorro... Te he querido mucho ¿sabes?

Y yo a ti...

Empecé a llorar, estaba demasiado rota, tu entristeciste. Supongo que también lloraste, estaba eclipsada por mi misma y no podía notarlo. No pudimos más. Todo lo vivido, lo que estábamos viviendo, lo que había por vivir... a la mierda. Todo lo sentido se había roto y no podíamos hacer nada más que llorar. O tal vez solo parecía roto.

Nos juntamos. Nos miramos. Nos observamos. Nos acariciamos. Nos consolamos. Entristecimos y sonreímos fingidamente. Nos habíamos querido. Mucho. Nos quisimos... o no, porque ya no sé que estaba por entonces roto. Desde luego que a mi me dolió, pero me levanté y me fui, miré hacia atrás mientras te decía "Ya está cacho panecorro, ya está" y tu seguías sentado, puede que derrumbado y asentiste. " Te quise, Iag" dije, por acto reflejo, porque si no lo decía reventaba. "Y yo a ti Àlex, te quiero y lo siento paneca... lo siento". Me negué a mirarte una vez más y entre las hojas perdidas del otoño, yo también me perdí. Recordándote. 

aullándole a la luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora