Capitulo 29

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Sara y Darius

Creo que lo difícil en la vida es la normalidad, a mí y a mis hermanas nos ven como el epitome de la elegancia, la gracia, el modelo a seguir de cualquier joven mujer pero a veces las apariencias engañan, la vida te da lecciones, pone a prueba tu confianza y cuando pasas esas pruebas y lo logras te recompensa con cosas que nunca pensaste ser merecedora.

No puedo quejarme de mi recompensa, Darius es todo o más de lo que pedí y pensar que no lo buscaba, mientras me arreglo en este baño de este hermoso yate familiar solo le agradezco a todas las deidades que lo pusieron en mi camino pero será mejor que salga y abrace a ese destino que hoy está en mi camino.

Nunca fui un hombre religioso, siempre fui un hombre de actos, de hechos palpables, nunca pensé que Dios consideraría a un hombre como yo con un precioso regalo que es mi Sara, antes de conocerla vivía ro que en la vida es mucho más en levantarse día a día con la misma rutina y no disfrutar de las pequeños placeres de la vida.

Mientras estoy en mis pensamientos escucho la puerta del baño abrirse y vi la imagen más hermosa, veo a mi Sara, con su carita angelical esos ojos que le derriten el alma a cualquiera, me acerque a ella y tome su mano, a veces es difícil controlar el impulso de reclamarla, de aparearse con ella pero se que tengo que controlarme o puedo lastimarla.

Sentí una descarga por todo mi cuerpo como nunca antes cuando Darius tomo mi mano, no sé si es el calor del momento o el echo que la luna está prácticamente sobre nosotros, me acerque a el lentamente, analizando su mirada, tal vez si no hubiera estado tan concentrada en sus ojos me hubiera perdido ese abanico de emociones que la surcaban, decidí no decir nada y archivarlo para un momento posterior, tal vez por estar perdida en mis pensamientos no escuche lo que me dijo y respondí como una tonta.

- Disculpa, ¿Qué dijiste?

- Dije, que estas preciosa.

- ¿Eso crees?

- Si, lo creo y me siento el hombre más afortunada en esta vida por tenerte.

A veces las cosas que este hombre dice me sorprenden, como es que un hombre con un cuerpo construido para el combate pueda tener el más tierno corazón, creo que nunca llegare a entenderlo pero acaso eso no es el amor, no entender al otro solo amarlo por lo que es.

Poco a poco nos acercamos a la cama tomados de la mano, el toco mi rostro con una dulzura solo reservada para mí, con delicadeza fue quitándome la bata de seda que tenía puesta sobre mi piyamas, lo vi sonreír, por lo peculiar de esta y no me moleste por eso, no cuando ves como el rostro se le ilumina cuando ríe, podre ser la más seria y reservada de mis hermanas pero si para ver esa sonrisa tengo que ser la payasa de la casa que así sea.

Él dice que es un hombre con suerte yo digo que la de la suerte soy yo por estar con él.

Cuando le quite la bata tuve que reírme, como esta mujer, esta pequeña, delicada y bella mujer puede sacar a relucir mi ladeo juguetón y quien no se ríe cuando ves a tu mujer en una piyama de seda de pantaloncitos cortos con lobos y lunas en ella, la tuve que besar, tome su rostro en mis manos y presioné mis labios con los de ella, eran suaves y dulces, después de un momento ella me devolvió el beso y fue una danza de voluntades y desenfreno, fue como si ese beso fuera el combustible que necesitábamos para encender la llama de la pasión, no sé cómo ni cuándo perdí mi ropa, solo sé que ella tenía demasiada y así se lo hice saber.

- Tienes demasiada ropa

- Pues as algo para remediarlo.

- Espero que no estés encariñada a esta piyama.

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⏰ Última actualización: Nov 04, 2016 ⏰

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