Generalmente cuando el dueño de las mareas grises suele invadir su espacio personal, lo hace tan descaradamente que se le hace difícil pensar que es real. Real por los hechos de que primero: se lo permite. Segundo: le gusta. Y tercero: más que todo desea que lo haga. Claro.... Solamente cuando se trata de él.
Pero, lo gracioso era que: ¿cómo podía ella estar teniendo esos rápidos pensamientos cuando su corazón latía tan rápido que sentía que podría salirse de su pecho?
Si bien empezó con aquel hermoso diminutivo de su nombre que salió de sus labios, pero definitivamente Matthew había sobrepasado los límites de su espacio personal..... Sólo por el simple hecho de que se encontraba rozando sus labios con los de ella.
No la besaba, sólo era un pequeño roce que era más que suficiente para ambos disfrutar. Él tenía su mano izquierda rodeando su cintura y su derecha apresando su nunca, mientras ella sólo las mantenía encima de su pecho. La latina gimió levemente cuando sintió su fría lengua rozar su labio inferior suavemente, entrando a un mundo de deleite en donde sólo podía ser una aprendiz; y él, su maestro.
Matthew rozó sus labios con los de ella una vez más para juntar sus frentes cerrando los ojos siendo acogidos por una fría brisa de aquella hermosa noche, antes de ser separados por una fastidiosa y ya conocida voz.
—¡Matthew! —El mencionado se tensó mientras que la latina dirigió su mirada a ella —. ¿Qué haces con ésta? —Preguntó Scarlett con desagrado haciéndola fruncir el ceño.
—Lo que haga con ella no tiene que ver contigo —Metió las manos en sus bolsillos mirándola frío —. Y lo sabes.
—¿Ah sí? —Se cruzó de brazos —Es curioso que digas eso —Dirigió su mirada a la latina altanera —Cuando esta tarde estuvimos juntos, en tu habitación.
Su corazón recibió una fuerte punzada al escucharla. Dirigió su mirada a Matthew, para éste corresponderle sin ninguna emoción, dejándole dicho todo; —él no le debía ninguna explicación — Y lastimosamente.... Era cierto.
Miró ahora al suelo sintiéndose decepcionada de ella misma. Estuvo a punto de entregarle su primer beso (si es que lo anterior no se podía contar como eso), y él unas horas antes había estado con ella.
Se sintió tan tonta que su ojos escocieron y en su garganta se instaló un pequeño ardor.
—Scarlett —Escuchó a Matthew —. Lárgate.
La rubia abrió los ojos con sorpresa para a continuación mirarla con odio.
—No —Intervino la latina aún mirando al suelo —. Me iré yo.
Empezó a caminar sin mirarlo pasando por el lado de la rubia cuando sintió un líquido frío escurrirse por su ropa haciéndola gritar.
—¡Ups! —Escuchó a la primera chiflada exclamar con inocencia para luego escucharla susurrar sólo para ella —. Esto es sólo para que vayas asumiendo que Matthew es mío, niñita —Escupió con acidez.
Miró su ropa y apretó los puños exhalando profundo tratando de calmarse. No, no le daría la satisfacción. Y sobre todo no haría eso que odiaba que otras hicieran...... No pelearía por un chico, eso no.
Scarlett sintió un jalón del brazo con el que sostenía el vaso, miró al dueño de las mareas grises que en un segundo se encontraba a su lado, mirándola con advertencia.
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Ojos grises
Teen FictionKeana nunca pensó que podría vivir en Estados Unidos, igual como ir a una universidad en donde hospedan a sus estudiantes con residencias de la misma. Encontrarse con su prima favorita; y revivir las locuras que hablaban y hacían. Pero lo que menos...