Destinadas.

55 17 3
                                    

—Si fuera tú dejaría eso en su lugar.

—¿Por qué? —Preguntó confundida sosteniendo la esquina de aquella manta que encontró.

—Probablemente fue testigo de una noche de —La miró con una sonrisa de lado —, acción.

Le tomó unos segundos comprender las palabras de Matthew, para soltar horrorizada la manta color amarilla arrugada.

Su cuerpo sintió un agradable cosquilleo al escuchar su risa ligera que aún así no dejaba de ser masculina, y que iba más a allá de ser coqueta, o burlesca...... Era más bien divertida.

Caminaron por un rato hasta llegar al río en donde la latina había podido gozar con su cámara hace unos días, sentándose en un largo tronco frente a él que ambos anteriormente habían ignorado. Se estremeció y cruzó los brazos encima de su pecho a causa de una brisa fría. Debían de ser apenas las 3 y el otoño ya se podía sentir desde horas tempranas del día.

—Pensé por un momento que traerías tu cámara.

La latina agradeció que él tomara la iniciativa de romper el silencio.

—Por ahora tengo suficientes fotos —Torció la boca —, aún no las revelo..... Y.... Sobre todo vengo con la intención de —Recordó la palabra remediar, no obstante, decidió reemplazarla —, hablar.

Matthew permaneció en silencio y la latina decidió mirar al frente, justo como él hacía desde que llegaron.

—Puedo llevarte a un lugar en donde puedas hacerlo —Se ofreció después de un rato obviando lo otro.

Sus ojos se iluminaron —¿En serio?

No la miraba, pero por su tono pudo percibir que se emocionó, como lo sospechó: La fotografía es algo que en serio le apasionaba.

—Sí —Le respondió ahora mirándola —. Keana —Su voz cambió a seriedad —. No te dejes molestar por Scarlett.

Su sonrisa se borró y miro al suelo —No.... Lo haré —Musitó bajito.

Matthew volvió su mirada al frente y la latina frunció el ceño.

—Espera..... Entonces, ¿sabes que Scarlett molesta a chicas por ti?

Lo miró esperando su respuesta la cual no obtuvo.

—¿por qué dejas que lo haga? —Insistió.

—Ese no es mi problema —Zanjó.

—¿No lo es? —Rió sarcástica —. Lo hace por ti Matthew —Escupió con recelo.

Posó sus mareas grises con ella al escuchar su tono —¿Estas celosa?

Parpadeó sorprendida y rápidamente miro al frente ruborizada —N-no, ¿de qué hablas?

—De qué estás celosa —Respondió afirmándolo.

Se puso de pié —Sabes, creo que esto fue una mala idea —Pretendía pasar por su lado cuando Matthew con una mano rodeó su cintura y la sentó encima de sus piernas haciéndola echar un gritito de sorpresa —. ¡¿Matthew qué haces?! —Hizo el ademán de levantarse pero la retuvo rodeando su cintura ahora con ambas manos —.¡Matthew!

Oh Dios

Jadeó cuando sintió su profunda respiración en su cuello, y como enterraba su cara en el.

—No te soltaré hasta que lo admitas —Musitó con voz ronca, aspirando ese aroma que lo volvía adicto como un drogadicto a su dosis. La apretó más a él haciendo que la latina cerrara los ojos suspirando.

—¿Admitir qué? —Preguntó con voz temblorosa. Estar así con un chico era algo que aún no se había permitido, y con Matthew le encantaba, le encantaba a pesar del miedo que la arrollaba. Ese remolino de sentimientos que sentía en su interior se estaba convirtiendo en algo más fuerte que ella...... Y lo asombroso era que, eso es exactamente lo que estaba pasando con el dueño de las mareas grises.

—Que estás celosa.

El cielo tronó anunciando que se vendría una lluvia..... Justo como el otro día.

—¿Y qué si lo estoy?

Permanecieron unos largos segundos en silencio en los que parecía que Matthew no tenía intención de soltarla.

—Ese día, no pasó nada entre Scarlett y yo —Se quedó silencio al saber que se enteraría de lo que pasó con la primera chiflada —. Estuvo a punto de pasar, como sucedió contigo.

Estaba remediándolo como dijo, sin embargo los pequeños celos estaban ahí. De sólo imaginarlos a los dos a punto de hacer eso la pequeña molestia en su estómago sólo podía aumentar más.

Matthew continuó hablando —Estabas en mi mente —Comenzó a acariciarle el cuello con la punta de su nariz; la latina cerró los ojos deleitándose de esa deliciosa sensación —. Y sólo quería sacarte de ahí.... Pero, ese no es mi estilo —Se detuvo y levantó la cabeza al mismo tiempo que Keana puso su mirada en la suya, perdiéndose ambos en cada una —. Sí lo hago es porque quiero —Le confesó ahora con el ceño fruncido, como consecuencia de un acto que no era propio de sí mismo —. Ki, no sé que me está sucediendo contigo —Se relamió los labios mientras la perforaba con sus mareas grises –. Te estás volviendo en algo adictivo para mí, inundas mi mente, mi interior..... Y con eso es suficiente para tenerte para mí todo el tiempo posible, cada vez que lo sea.

Su boca se abrió levemente a causa de la sorpresa sin poder emitir ninguna palabra. Temblaba por el zoológico que en ese momento sentía en su estómago, respiraba pesadamente por los sentimientos que la arrollaban en su pecho.... Esa pequeña confesión la dislocó tanto que si Matthew no la estuviera sosteniendo se habría desplomado en el suelo.

Unas gotas empezaron a caer en su cara y Matthew volvió a enterrarse en su cuello apresando más fuerte su cintura.

—¡¿Qué haces Matthew?! ¡Nos mojaremos! —Muy tarde, ya se estaban empapando.

—Aún no lo admites —Refunfuñó en su cuello. La lluvia empezaba a golpear sus cuerpos ferozmente.

La latina cerró los ojos nerviosa y exasperada, ya estaban empapados ¿no?, así que, que más daba.

Matthew al comprender lo que trataba de hacer le advirtió —Podemos agarrar una fuerte gripe, y no lo veo conveniente si mañana querrás revelar tus preciadas fotos.

Pestañeó sorprendida y gimió sintiendo como sonrió en su cuello, ¡menudo chantajista había resultado!

—Estoy celosa —Admitió al fin despacio. No obtuvo respuesta así que dudó en si el dueño de las mareas grises la habría escuchado gracias a la fuerza que había adquirido la lluvia.

Permanecieron en esa posición un rato más, la latina sentía que el frío empezaba a calarle la huesos, sin embargo ahí estaba ese pequeño fuego cálido en su interior arropándola. La lluvia empezó a disminuir y Matthew al sentirla temblando la fue soltando siendo consciente de la sensación que lo controlaba en ese momento:

Sus manos estaban destinadas a ese menudo cuerpo.

Ojos grises Donde viven las historias. Descúbrelo ahora