No cita: Parte 2

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Veía personas pasando delante de él mientras estaba sentado en el sofá, ya llevaba 20 minutos desde que que Keana había entrado al cuarto rojo para revelar sus fotos.

Enterró su cara en sus manos suspirando; no tenía idea de lo que pretendía hacer, sólo seguía los impulsos que Keana le provocaba. Pero, sabía que todo los sentimientos que florecían en su interior eran verdaderos. Nada de caprichos. Le encantaba ver que, a pesar de los efectos que —era consciente— causaba en ella, no trataba de impresionarlo de forma descarada como había sucedido muchas veces (con chicas) en la universidad.

Pero sin pretenderlo, ella lo había logrado..... Siendo sólo ella.

Su móvil sonó sacándolo de sus pensamientos, y sus ojos se oscurecieron de una forma fría cuando reconoció el número.

—Hola —Contestó con una voz increíblemente seca.

—¡Matthew! —La voz de la otra línea aún sonando emocionada, podía escucharse temblorosa —. Al fin contestas.

—Sí —Respondió con su voz aún carente de emoción —, ¿qué quieres?

La otra voz suspiró.

—Al menos no me has cortado —Susurró melancólica —. Tengo mucho sin saber de ti Matthew, ¿cómo estás?

—Bien.

—Eso me dijo Andrew, pero, necesitaba escucharlo de ti —Su voz le suplicaba, implorante.

—Pues ya lo hiciste.

Ambos se quedaron en silencios unos segundos.

—Matti... —Empezó diciendo con su voz llena de arrepentimiento.

La cólera volvió a él en cuando escuchó ese diminutivo de su nombre, ese.... Que desde hace años sólo le daba el derecho a su hermano de llamarlo así..... Después de que ya no podría escucharlo más de los labios de sus padres. Nunca más.

—Si eso era todo Rebecca, estoy ocupado —Y cortó.

Volvió a enterrar la cara en sus manos cuando los recuerdos volvieron a atacarlo. Podía sentir el arrepentimiento de Rebecca —Su tía— su tío Christopher, sus abuelos: William y Lauren, y algunos miembros más de la familia —con los que no fue muy apegado como con los primeros mencionados— todos de parte de su padre..... Llamado igual que su abuelo.

Los justificaba, dado el hecho de que él, nadie más que él había sido el único culpable de aquel mortal accidente que había acabado con la vida de sus padres. Pero cuando confesó lo que había sucedido, lo hizo con la pequeña esperanza de que lo contradijeran:

"No fue tu culpa"

Esa era la, aunque simple, pero verdaderamente significativa oración que más ansiaba por escuchar.... Por lo menos sólo una vez.

Y así lo hizo.

Escuchar esa oración de quien menos se esperaba, su hermano —quien en ese momento sólo tenia 11 años— lo hizo gritar en un mar de lágrimas, como la primera vez que se tuvo que hacer a la idea de que sus padres estaban muertos.

Todo por él.

Su culpa.

Pero a pesar de la justificación que le tenía a su familia, no podía dejar ir ese rencor que se formó, tan sólo quería ese gran apoyo en ese hoyo tan oscuro y profundo en donde se encontraba con su corta edad de trece años. Pero tras su confesión, lo que obtuvo fue miradas que lo culpaban de lo sucedido. Y más de una ocasión pudo escuchar esas hirientes palabras, taladrándole en los más profundo de su ser:

Ojos grises Donde viven las historias. Descúbrelo ahora