Capítulo II

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Llegada la tarde del sábado, Emma apareció en casa de Carrie. Salió a abrir la puerta Karen.

– ¡Hola Emma! ¿Qué tal?

– Hola Karen. Muy bien.

– Me alegro. Carrie está arriba.

Emma subió las escaleras con un alegre trote. Llamó a la puerta del dormitorio de su amiga.

– ¡Adelante!

Contestó Carrie desde el otro lado de la puerta. Se sentaron en el escritorio y comentaron durante un rato cosas de clase y demás. Cuando ya no hubo más alternativa, comenzaron a hacer el trabajo. Se turnaban: una buscaba la información y la otra la copiaba en una hoja. El móvil de Emma empezó a sonar. La morena se tumbó en la cama mientras respondía.

– ¿Sí?

Carrie seguía copiando mientras su amiga hablaba por teléfono.

– Vale. Voy enseguida.

Carrie no tardó ni dos segundos después de que su amiga colgara para preguntarle:

– ¿Quién era?

– Mi madre. Tengo que acompañarla a no-sé-qué del banco...

Carrie frunce el ceño.

– ¿Es preciso?

– Sí, lo es, lo siento. Tendrás que acabarlo tú sola...

Carrie sonrió.

– Pero si ya lo he acabado.

Emma no pudo evitar su sorpresa.

– ¿Cuándo?

– Mientras tú hablabas...

Entonces Carrie paró todo el tiempo. Tecleó con afán y copió en las hojas durante al menos una hora humana, pero con el tiempo totalmente quieto. Una vez acabado, descongeló la escena y le mostró a su amiga el trabajo acabado.

– Wow, ¡qué rápida eres! ¿Me lo llevo yo?

– Claro –dijo Carrie mientras guardaba las hojas en una funda de plástico–. ¿Quieres que te acompañe?

– No, gracias. Pero hablamos por WhatsApp, ¿eh?

– ¡Claro!

Se despidieron y Emma abandonó su casa. Carrie pensó "¿qué hago yo ahora? Así que, sin ninguna ocurrencia mejor que aquella, decidió salir a pasear un poco por Nueva York. Pero sin detener el tiempo, tan sólo pasear entre las calles abarrotadas de gente y quizás comprarse algo en algún puesto de comida ambulante. Se despidió fugazmente de Karen y salió a pasear. Caminaba con los auriculares, perdida en su mundo y esquivando a la gente que iba en sentido contrario, cuando alguien le tocó el hombro.

– ¡Max!

– Hola Carrie.

Max, de pelo castaño y alta estatura, era compañero de clase de Carrie. En más de una ocasión había mostrado sus intereses románticos hacia ella, pero lo había logrado esquivar hasta la fecha. Ella no sentía lo mismo. Al menos no de momento.

– ¡Qué casualidad!

– Sí, la verdad. Oye, mmh... ¿Te apetece tomar algo?

Carrie posó sus ojos azul intenso en los color café de él.

– Vale.

Ambos jóvenes se encaminaron hacia una cafetería cercana. Tomaron asiento en una mesa cuadrada pequeña.

– Tu cumple era dentro de...

– Tres. Tres días –Carrie sonríe mientras se acaricia un mechón rubio.

Jikan. El poder del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora