Capítulo XI

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Carrie recibió otro golpe en el costado.

– ¡Nick!

– Lo siento –dijo él echándose hacia atrás–. Sabes que lo hago por ti.

Carrie resopló.

– Ya, pero eso no quita que duela.

– La katana duele más. Recuerda eso siempre que el palo te haga daño.

Carrie se colocó de nuevo en posición de ataque. Llevaban tres días entrenando intensivamente. Justo cuando iba a lanzarse otra vez contra su tío, Miku apareció de forma sobresaltada en el comedor.

– Lo tengo.

Nick y Carrie le dedicaron una mirada. Dejaron los palos en el suelo y se acercaron a su habitación, donde tenía montado todo el dispositivo informático. En una pantalla brillaba con fuerza un punto rojo. Carrie notó una presión en el pecho. La última vez que vio ese punto, éste estaba sobre su casa.

– ¿Dónde está? –preguntó Nick.

– Parece un almacén abandonado, a las afueras –respondió Miku sin levantar la vista de la tablet que tenía entre las manos–. Por lo que leo, pertenece a una empresa pescatera que quebró el año pasado por ser tapadera de una organización mercenaria, ya desarticulada.

– Recuerdo esa noticia –apuntó Carrie.

– Hay que ir a por él –dijo Nick, decidido.

– Vale. Carrie, ven conmigo.

Miku la guió hasta la habitación de Nick, y de debajo de la cama sacó un maletín negro. Lo abrió y sacó una especie de pistola, antes propia de una película de ciencia-ficción ochentera que de la realidad.

– Este es el sellador de portales. Utilizarlo es muy fácil. Solamente has de apretar el gatillo, como si fuese una pistola normal. ¿Vale?

– Entendido –asintió Carrie.

– Para que haga efecto, el portal debe estar en funcionamiento. Es decir, esta dimensión paralizada y la que quieres sellar en marcha. Si estuviésemos en sentido contrario sería al revés, ¿lo entiendes?

– Te refieres a que si fuésemos demonios en su dimensión que quieren sellar el portal hasta la nuestra, debería haber movimiento aquí y allí no. ¿Es eso?

– Eso es –Miku le tiende el arma–. Sella el portal solamente si nosotros te lo decimos, ¿vale?

– ¿Cómo lo sabré?

Nick aparece por la puerta, vestido con ropa oscura y la funda de la katana colgada en la espalda.

– Detendré el tiempo. Esa será la señal.

– Estate tranquila y acaba con cualquier demonio que haya por allí –le avisó Miku.

– Espera; ¿puede haber demonios custodiando el portal?

– Lo más probable es que los haya –dijo la japonesa abriendo el modesto armario–. Si no os importa, voy a cambiarme.

Carrie y Nick salieron de la habitación. Carrie miró a su tío.

– ¿Por qué tiene su ropa en tu habitación?

– Es el único armario de la casa –se justificó él.

Carrie arrugó el entrecejo. Caminaron hasta el comedor.

– Llevarás tu katana en mi funda de guitarra. Me sabe mal no haber podido enseñarte lucha con la katana, pero he de confiar en que el entrenamiento con los palos sea suficiente para que sobrevivas.

Jikan. El poder del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora