Ambos coches derraparon al llegar al aparcamiento cercano al instituto. Nick y Carrie bajaron armados con sus katanas, y él también con la pistola. Miku, por su parte, sacó del maletero un rifle ametralladora.
– Vale, una única norma –advirtió Nick mirando a Carrie–. No pares el tiempo, podrías poner en peligro a Miku. Por lo demás, mantén firme la katana y procura que no te maten. Del Gladiador me encargo yo.
– Qué fácil es decirlo –bromeó Carrie.
Miku le tendió un pasamontañas a cada uno. Carrie se hizo una coleta improvisada antes de ponerse la máscara. Se sentía como una criminal, una ladrona a punto de cometer su delito. Pero en realidad era todo lo contrario. Estaba a punto de participar en un acto heroico. Cuando se acercaron a la puerta, descubrieron a dos hombres trajeados protegiéndola. Sostenían armas convencionales. Nick disparó certeramente en la cabeza de ambos sin darles oportunidad de reaccionar.
– Vamos.
Los tres avanzaron hasta allí.
– ¿Cuántos hay dentro, Miku?
– Cuento unos cuatro o cinco, que vamos a abatir con facilidad. Sin embargo, vamos a alertar a los demás.
– ¿Ya no ves más?
– No.
– Vale, avísame cuando sepas qué pasará después.
Abrieron la puerta y Miku disparó su ametralladora, llenando de agujeros a los demonios disfrazados. Llegaron dos más por las escaleras que había a la derecha y que Nick derribó fácilmente con su katana.
– Tres más por esas escaleras, dos de la cafetería. Cuidado porque ahí dentro hay varios rehenes.
Tal y como predijo Miku, tres más aparecieron disparando desde las escaleras. Nick, que se había colocado en la pared lateral para así estar fuera de su campo de visión, empezó a pelear con ellos con gran desenvoltura. Carrie y Miku corrieron hacia la cafetería, y cuando las puertas de esta se abrieron, la japonesa presionó rápidamente el gatillo y los demonios se convirtieron en polvo. Carrie observó su alrededor. Al menos una veintena de rehenes en el suelo, asustados.
– Venga, salid –ordenó Miku.
La gente salió rápidamente de la cafetería en dirección a la salida. Miku y Carrie regresaron con Nick.
– Por aquí abajo quedan rehenes. Carrie, libéralos, Nick y yo nos vamos a encargar en breve de los pocos que quedan arriba –explicó Miku.
– ¿Y Gladiador? –preguntó Nick.
– No lo sé, todavía no puedo ver más.
Carrie asintió y vio a ambos subir las escaleras con rapidez. Ella empezó a peinar la planta baja, explicándole a la gente que ya podía salir, que estaban a salvo. Cuando abrió una de las clases descubrió que todavía quedaba un demonio custodiando a los rehenes, que llevó su pistola hacia ella nada más verla. Pero ella fue más rápida y se lanzó hacia él, obligándolo a soltar el arma para forcejear con su katana. Tenía más fuerza que ella. Él la lanzó sobre el escritorio del profesor mientras los rehenes miraban sin saber bien qué hacer. Ella estaba cada vez más apurada. Finalmente logró atinar una patada en su estómago, cuya fuerza lo empujó hacia atrás lo suficiente como para hundir la katana en su corazón. El demonio disfrazado de humano penetró sus pupilas en las de ella y sintió miedo. Pero justo entonces se deshizo en polvo. Carrie suspiró aliviada. Era la primera persona que mataba. Si eso se podía considerar persona.
– Podéis salir, estáis a salvo.
Los rehenes, a los cuales muchos conocía de vista, empezaron a salir uno a uno. Estaban muy asustados. Pero tampoco la habían ayudado cuando había forcejeado con el demonio. Carrie salió a la entrada. Entonces vio la melena castaña de Emma saliendo al exterior y suspiró aliviada. Nick y Miku bajaban entonces por las escaleras.
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Jikan. El poder del tiempo
FantasyLa joven Carrie oculta un secreto que jamás le ha contado a nadie: con sólo imaginarlo, todo el mundo se detiene. Congelado, inmóvil. Toda la Tierra a su merced. Sin embargo, cuando su dieciséis cumpleaños está a la vuelta de la esquina, la llegada...