Capítulo XII

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Carrie llegó al almacén. Lo contempló desde fuera mientras se preguntaba si Miku y Nick ya habrían encontrado a Gladiador. Esperaba que no. Cuando alcanzó la valla que lo rodeaba, buscó alguna parte donde los alambres que la componían estuviesen rotos. Como no lo encontró, se acercó a unas cajas con la intención de pasarlo por encima. Se descolgó el bolso y la funda de guitarra y las dejó caer al otro lado de la valla. De pronto escuchó algo y se escondió súbitamente detrás de las cajas cuando descubrió a dos hombres acercándose hacia su posición. Los reconoció: se parecían a los que moraban por el instituto durante el ataque. Eran demonios, y ella acababa de lanzar sus armas fuera de su alcance. Se sentía estúpida. Permaneció escondida mientras los veía acercarse, sin saber muy bien qué hacer. Hundió la mano en una de las cajas, abiertas, y encontró varias barras metálicas. Cogió una. Suspiró. Debería valer. Cuando los demonios camuflados estuvieron casi a su altura, ella subió a las cajas y saltó sobre la cabeza de uno, golpeándola con la barra de metal. El otro se volvió alertado, pero ella golpeó varias veces su cabeza. Cuando ambos estuvieron en el suelo ella corrió rápidamente, volvió a subir sobre el montón de cajas y saltó la valla. Una vez al otro lado, se colgó el bolso y la funda de guitarra y sacó la katana de esta. Corrió sin detenerse mientras escuchaba la valla agitarse, posiblemente porque los demonios ya se habían puesto en marcha tras ella. Carrie buscaba alguna manera de entrar en el almacén, pero todo parecía cerrado a cal y canto. Se quedó escondida en la esquina, y en cuanto el primer demonio apareció en su campo visual, ella le cortó la cabeza con un movimiento limpio. El demonio se deshizo en polvo pero el otro le apuntó con su ametralladora, amenazante. Carrie no sabía cómo reaccionar. De pronto una puerta de metal a su derecha se abre y se asoma otro demonio camuflado, desconcertado. El que la apuntaba se quedó mirándolo, y ella aprovechó la distracción momentánea para hundir la hoja de la katana en su ojo y rajar el estómago del recién llegado antes de que pudiese reaccionar. Ambos se deshicieron pronto. Carrie entró por la puerta que se había quedado abierta. El almacén estaba lleno de pilas y pilas de cajas. Carrie se escondió tras una torre de cajas y desde allí pudo verlo. En el centro del almacén, despejado de trastos, brillaba una susutancia grisácea flotando en el aire. Se fijó más en el interior de este. Todo estaba gris, pero no parecía ser lo que realmente había detrás de la sustancia; es decir, más cajas apiladas. Definitivamente era el portal hacia la dimensión de los demonios. Frente a él habían dos hombres trajeados. A un lado, entre algunas cajas apiladas, pudo ver a otro merodeando. Observó sus ametralladoras amenazantes. Tenía que pensar en un plan. Descubrió un ladrillo en el suelo. Lo cogió y cambió de cobertura a otra más cercana al demonio que vigilaba solitario. Lanzó el ladrillo, que hizo ruido al romperse contra el suelo. El demonio camuflado se acercó al origen del ruido; y entonces ella, desde detrás de las cajas, alargó el brazo y perforó su cuello con la katana. Se deshizo en polvo. Avanzó oculta hasta los otros dos. Miraban en su dirección, expectantes de si su compañero volvía o no. Ella sacudió las cajas para hacer ruido. De nuevo, uno de los dos se acercó a la zona. Al girar la esquina, la katana de Carrie le seccionó la cabeza. De nuevo más polvo. Solamente quedaba uno. No podía desajustar mucho el tiempo, o Nick la descubriría y tomaría el control de sus poderes. Debía congelar y descongelar antes de que pudiese hacerlo él. Corrió hacia el demonio y este levantó su arma, listo para dispararle. Ella detuvo el tiempo y entonces el demonio regresó a su forma natural, y corrió a su encuentro a cuatro patas. Cuando estuvieron cerca, Carrie volvió a descongelar el tiempo y entonces pudo atravesar con la katana su disfraz humano. El demonio se deshizo y entonces, antes de que Nick se extrañara porque le había desobedecido, sacó el arma selladora de portales y apuntó hacia él.

– Lo siento.

Y entonces detuvo el tiempo de nuevo. Frente a ella, al otro lado del portal, pudo ver el mismísimo infierno. Un demonio estaba a punto de cruzar el portal, y tras él, cientos y miles de cuerpos corriendo hacia allí. Sintió miedo. El pánico la invadió y cerró los ojos antes de disparar el arma. Cuando los abrió, el portal ya había desaparecido. Todo eran cajas apiladas y un almacén abandonado a las afueras de Nueva York. El tiempo lo descongeló Nick. Carrie cerró los ojos. Sentía que había traicionado a su tío y a Miku. Pero no podía dejar que Gladiador se escapase, necesitaba matarlo para poder cumplir su venganza y sentirse en paz. Seguía lamentándose por no haber podido salvar a su familia. Esperaba que matar a Gladiador le liberase un poco de esa culpa con la que cargaba. Salió del almacén y se dirigió de nuevo al piso de Nick. De pronto le suena el teléfono móvil. Era su tío.

– ¡Carrie!

– Nick, escúchame...

– ¡No! –gritó él al otro lado del teléfono–. ¡Escúchame tú! Eres una inconsciente. Ahora Gladiador podrá regresar con facilidad.

– Esperaremos a que se abra otro portal, y entonces lo mataré yo.

– ¡No te das cuenta, Carrie! La ira te está cegando. ¡Miku casi muere por tu culpa!

– Lo siento, pero tú no lo entiendes.

– ¡No, eres tú quien no lo entiende! –se le escuchó resoplar–. Espéranos en casa. Hablaremos.

Nick colgó antes de que Carrie pudiese decirle algo más. Se sentía todavía más culpable. Quizás había cometido un error, pero no podía pararse a pensar eso. Ya estaba hecho y no había marcha atrás.

Jikan. El poder del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora