Daiki abrió la puerta de la habitación, también corredera. Era muy modesta. Solamente contaba con una especie de cama tirada en el suelo, un armario pequeño y una ventana.
– La puerta de aquí al lado es el baño, que compartirás con Miku.
– Vale.
– Te dejo que te instales. Para cualquier cosa que necesites me puedes llamar y vendré.
– Gracias.
Daiki sonrió y corrió la puerta. Carrie suspiró antes de empezar a deshacer la maleta y colocar sus pocas cosas en el armario. Solamente contaba con la ropa salvada del incendio y la que su familia le había regalado por su dieciséis cumpleaños. Cuando hubo terminado, se tocó el collar de su madre. Cerró los ojos.
– Dame fuerzas, mamá.
Se acercó a la ventana y observó el paisaje. Desde lo alto de aquella colina podía ver la ciudad de Tokio. Era un lugar tranquilo y lleno de paz. Podría acostumbrarse a eso. Cuando hubo considerado que ya había descansado bastante, salió de la habitación y recorrió el pasillo con todas las habitaciones hasta la entrada. Esta estaba formada por una estancia amplia con un agujero redondo entre el suelo de madera, del cual salía un árbol medianamente alto. Desde la puerta había podido ver tras este una cocina y comedor de estilo americano, totalmente abierto. A la izquierda otro pasillo y un pequeño salón, con sofás pero sin televisión. En el sofá se encontraban Miku y Daiki. El segundo colocaba algún tipo de ungüento verdoso sobre la herida de Miku. Carrie se acercó a ellos y se sentó en el sofá de al lado.
– Hola, Carrie –saludó ella.
Carrie sonrió.
– ¿Te duele?
– Tan apenas –respondió–. Es un remedio natural muy efectivo.
– ¿Te lo hiciste luchando contra ese demonio superior? –preguntó Daiki.
Miku y Carrie intercambiaron una mirada. Carrie todavía se avergonzaba de aquello.
– Sí –respondió Miku, omitiendo detalles–. Se llama Gladiador.
– ¿De la época clásica?
– Eso es.
– Vaya. Debe molar mucho pelear contra él.
Miku le dedicó una mirada de irritación.
– Cúrame y calla, ¿sí?
Daiki se rió.
– Así que Nick no volverá todavía... –soltó el japonés, cambiando de tema.
Miku sonrió.
– Sé que te hubiese gustado, pero tiene un cometido importante allí.
Daiki arrugó el entrecejo. Carrie los observaba curiosa.
– Es un gran guerrero, simplemente.
– Y por eso nos hace falta allí –sentenció Miku.
Carrie miró por la ventana al porche. El sensei ya no estaba allí.
– ¿D...?
– Reparando las barreras interdimensionales –se anticipó Miku, haciendo gala de su don.
Carrie todavía seguía fascinada con aquel don. Y además, el suyo había dejado de gustarle tanto después de ver los peligros que conllevaba y las responsabilidades que exigía. Por un instante deseó ser una protectora y no uma dotada. Pero eso no se podía cambiar y lo sabía bien.
– Tú también lo tienes, ¿verdad? –preguntó Carrie mirando a Daiki.
– Por supuesto.
– Por desgracia –añadió Miku.
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Jikan. El poder del tiempo
FantasyLa joven Carrie oculta un secreto que jamás le ha contado a nadie: con sólo imaginarlo, todo el mundo se detiene. Congelado, inmóvil. Toda la Tierra a su merced. Sin embargo, cuando su dieciséis cumpleaños está a la vuelta de la esquina, la llegada...