Primera parte.

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—No, Tom —gruñó Harry—. Tal vez quede en Gryffindor, ¿por qué exactamente en Slytherin?

—Eres más Slytherin que Gryffindor —contestó Tom, acomodando los baúles en el compartimento—. Admito que muchas veces te comportas como los estúpidos Gryffindor, pero sigo firme con lo que dije.

—A mí me gusta Gryffindor —susurró el joven, bajando la cabeza, apenado.

—Los Gryffindor son estúpidos, ruidosos, mal educados y siempre se quedan parados a mitad del pasillo; son molestos. —Tom miró a Harry antes de sentarse a su lado—. ¿Cómo te pueden gustar?

—Yo fui seleccionado en Gryffindor, ya sabes, años adelante —murmuró sin subir la mirada.

Tom miró a Harry por un largo momento. En el corto tiempo que llevaba conociendo al azabache, pudo saber de dónde venía y cómo llegó ahí. Harry no le contó todo, sólo lo esencial, pero él pudo entender con más facilidad la situación en la que se encontraba.

No se cansaba de mirar los profundos ojos esmeraldas del chico u observar su tranquila caminata. También le encantaba ver cómo Harry luchaba contra su revoltoso y suave cabello azabache.

El ojiverde era de mirar y admirar; aún con su delicada figura y baja estatura, Harry era totalmente hermoso.

Tom no creía en el destino, pero era una enorme -y grata- coincidencia la aparición de Harry, casi como caído del cielo. Y sólo para él.

Fue fácil para el azabache fingir ser un pobre y desafortunado chico que se quedó sin padres a temprana edad, quedando al cuidado de una vieja agradable hasta el último verano, cuando murió por causas naturales. Se debía reconocer el ingenio de Harry al decir la historia sin titubear y con expresiones que te hacían creer todo lo que él dijera frente a las autoridades. Tom aseguró que el viajante iría a Slytherin después de eso.

Las autoridades cayeron en el juego, hasta que llegaron al conflicto de su nombre. Tom no sabía el apellido de Harry, y éste no se lo quería decir; se rehusaba rotundamente a hacerlo, y pasó lo mismo con las autoridades. El azabache les juró que no sabía su apellido, sólo su nombre. Así que, por una y otra cosa, Harry terminó con el estúpido apellido Wool, elegido por la Señora Cole, quien alegó que, si se iba a quedar en el orfanato, sería bueno honrar el nombre de éste.

—Aunque el Sombrero quiso ponerme en Slytherin —murmuró Harry, pensativo—. Si no le hubiera pedido que no me metiera ahí...

—¿Convenciste al Sombrero Seleccionador de no ponerte ahí? —preguntó Tom—. ¿Qué tiene de malo estar ahí?

—Era un niño, ¿vale? —gruñó Harry, avergonzado—. Mis amigos fueron seleccionados en Gryffindor y todos decían cosas malas de Slytherin...

—¡Harry! —regañó Tom, molesto—. ¿Creíste todas las estupideces que dicen?

—¡No es mi culpa! En Slytherin habías estado tú... —Tom miró al joven pidiendo una explicación—. Era sólo un niño —se justificó.

—Y lo sigues siendo —siseó, molesto—. ¿Qué tiene de malo que yo esté en Slytherin?

—Bueno... Tú... Olvídalo...

Antes de que Tom pudiera protestar, la puerta del vagón se abrió lentamente, dejando ver a un rubio bien vestido y con rostro aristocrático.

—Buenos días, mi Lord —murmuró el joven, mirando a Tom con respeto y orgullo.

—Abraxas, ¿no te enseñaron a tocar? —la forma fría y afilada en la que fue echada la pregunta hizo que un escalofrío recorriera la espalda del mencionado. Por otra parte, Harry se encontraba aliviado por la interrupción del rubio.

Un nuevo mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora