Tercera parte.

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Por más cosas que lo alumnos dijeran, los Slytherin eran unidos, siempre estado ahí para proteger a los suyos y aceptarlos como nunca fueron aceptados en la sociedad, sólo debían seguir una regla: Ser un respetable Slytherin fuera de las paredes de su hogar, y la Sala Común era su hogar.

No importaba lo que pasara dentro de ésta, no eran como todos pensaban, los Slytherin se quedaban dormidos en las alfombras y reían a carcajadas dentro de su Sala Común. Sin temor a ser rechazados, porque sí, los Slytherin odiaban ser rechazados. Los Slytherin eran humanos.

Por eso nadie dijo nada cuando un joven pelinegro bajó de las habitaciones cargando a un ojiverde en sus hombros.

—¡Tom! —el grito se oyó por toda la Sala, llamando algunas miradas curiosas— ¡Bájame o te hechizo!

—Intenta hacerlo —contestó el más alto de los dos bajando el último escalón.

—¡No quiero ir!... ¡Tom Marvolo Riddle!

—No lo haré, y lo sabes.

Harry resopló molesto y se dejó cargar. Al final, Tom lo soltaría cuando una persona que no sea de Slytherin estuviera por los alrededores.

—Eres muy liviano.

—Siempre lo he sido —contestó Harry acurrucádose en el hombro de Tom.

—Debes comer más...

—Mis tíos no me alimentaban como se debía —argumentó—... y no soy de gran apetito.

—¿Tíos? —preguntó Tom saliendo de la Sala Común.

—Sí, bueno, es una larga historia —murmuró apenado.

—Podríamos perdernos un rato. —la caminata de Tom empezó a disminuir, haciendo gruñir a Harry.

Le agradaba la idea de llegar tarde a esa estúpida cena, pero algo le decía que el profesor Slughorn eran del tipo de persona que no iniciaban hasta que el último invitado haya llegado, y a Harry no le gustaría irse a dormir tarde.

—No me gusta hablar mientras estoy siendo cargado como saco de patatas, ¿sabes? —excusó.

En un momento a otro, Harry se encontraba de píe con una mano del ojiazul en su cintura hasta que recobrara el equilibrio.

—¿Me dirás? —preguntó Tom mirándolo fijamente a los ojos.

El azabache miró los ojos zafiro, observándolos con admiración, parecían ser un azul especial, uno diferente, no como el de su antiguo mentor o el de sus amigos, era un azul reconfortante, como un mar bailando frente a sus ojos un día de invierno. Hubiera durado siglos mirando esa obra de arte, si no fuera por la mala jugada que le hizo su mente. Ojos rojos invadieron su visión. Ojos llenos de odio y rencor, teñidos de la sangre de sus víctimas... Víctimas, como sus padres.

Un escalofrío recorrió su espalda y lágrimas llenaron sus ojos, ¿cómo es posible que Tom, la persona que le calmó su fiebre cuando recién llegó, ser el despiadado hombre que intentó matarlo en un futuro? Mató a sus padres y causó la muerte de Cedric y la de Sirius, ¿qué fue lo que pasó?

—¿Harry? —La mano en su mejilla lo sacó de su mente. Tom lo miraba con preocupación— ¿Qué pasa?

—Nada —murmuró separándose de él y limpiándose su mejilla—, sólo recordé de algo.

—Harry...

—¡Chicos, aquí están! —El profesor Slughorn apareció por detrás de ellos, sonriendo y moviendo las manos de un lado a otro, queriendo explicar algo— Pensé que me habían ganado, el profesor Dumbledore me habló para preguntarme sobre ti, joven Wool, parece que está preocupado por tu estadía en Hogwarts.

Un nuevo mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora