Décima tercera parte

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Las vacaciones se habían terminado a los estudiantes se encontraban hablando con sus amigos, contándoles las aventuras que habían hecho en el verano. Todos menos dos estudiantes de Slytherin que discutían sobre su futuro, por más irónica que suene la frase, más cuando uno de ellos venía de ese lugar inalcanzable.

—Podríamos comprar una casa cerca del callejón diagon —sugirió Tom saliendo del enorme tren escarlata, caminando junto a un azabache, el cual se acomodaba su túnica con descuido.

Algunos estudiantes hablaban entre ellos mientras señalaban a los dos jóvenes con la punta del dedo índice, aunque los Slytherin hicieron caso omiso. Tenían cosas más importantes que hacer como para estar prestando atención a los murmullos que los rodeaban, cosas como el decidir donde vivirían cuando Tom cumpliera su mayoría de edad ese mismo año.

—Será muy ruidoso, me gustaría dormir hasta tarde —replicó Harry haciendo una mueca frustrada, habían pensado en más de veinte opciones y siempre encontraban alguna falla, desde el lugar hasta la distancia—. Podríamos comprar una casa en una colina, no sé, alejada de todo ruido, aunque también me gustaría tener vecinos...

—¿Un pueblo? —interrogó el ojiazul— Uno pequeño y en una montaña.

—Sería buscar mucho...

—No me importaría buscar por años —comentó Tom subiéndose a las carrozas jaladas por Thestral—, no si, al final, vivimos los dos en paz.

—Podríamos buscar en navidad, y, si nos gusta alguna, la compramos —Harry aceptó la manos de Tom y subió con su ayuda a a carroza.

Sentándose frente a dos chicas de Slytherin, Harry miró a Tom esperando una respuesta.

—Deberá ser una casa barata —susurró para sí mismo, pero Harry pudo oírlo con facilidad.

—No importa el dinero, yo pongo lo que falt...

—No —siseó—, no dejaré que pongas de tu parte.

—Tom...

Harry miró con reproche a su amigo, mientras éste le devolvía la mirada con decisión. El azabache sabía lo que pasaba por la cabeza de Tom, siempre pudo hacer eso, saber lo que el de ojos azules pensaba o sentía, y sólo con verle esos hermosos y profundos ojos. Usualmente el ojiazul quería hacerle las cosa fáciles, pero, según Harry, el futuro Señor Oscuro debía aprender a aceptar su ayuda.

La discusión siguió son ninguna molestia, las chicas Slytherin seguían murmurando en voz baja, como si hubieran descubierto algo importante, pero lo que más le llagaba a molestar a Harry era la indiscreción que éstas tenían a la hora de hablar. Casi parecían de Gryffindor.

Los jóvenes entraron al Gran Comedor y se sentaron en sus respectivas mesas, esperando la Selección de los niños de primero.

Tom y Harry fingían no notar las miradas en ellos, que eran tan obvias que habría sido estúpido que no las hubieran sentido. Los dos sabían que era lo que se rumoreaba, Harry se avergonzaba de eso, mientras Tom sonreía internamente.

Al fin los alumnos sabían que el azabache era suyo, aunque, tal vez, faltaba confirmarlo.

♣ ♣ ♣ ♣

Martes.

Tom empezaba a odiar los martes.

Ese día les tocaba Transformaciones y, después, Encantamientos. Para su desgracia, las dos clases compartía con las pequeñas águilas sabelotodo, y el pelinegro no quería ver a su azabache con cierta pelirroja, porque sabía que iban a estar juntos esas clases, claro, después de dos meses sin verse, debían hablar mínimo una hora.

Un nuevo mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora