Décima quinta parte.

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Harry se encontraba caminando con una sonrisa entre sus labios, le hubiera gustado ver la cara de Tom después de que desapareciera entre la pared. Le gustaba mucho ver la mirada de sorpresa de su antiguo amigo, le hacía saber que podía llegar a sorprenderlo, que era, en ciertas maneras, impredecible, más cuando todo el mundo le decían que parecía un libro abierto.

Esperando que Tom se hubiera rendido con su plan de ir a la Torre de Astronomía, el azabache entró por la enorme puerta y se dirigió hacia la orilla contraria de la habitación, viendo el hermoso rojizo del atardecer que se empezaba a aproximar. Momentos como esos le traían ciertos recuerdos, más con su padrino y con su antiguo profesor de Defensa. Por alguna razón el atardecer le recordaban a los amigos de sus padres, sonriendo con orgullo cuando lo veían, un orgullo combinado con nostalgia. Totalmente paternal.

Los atardeceres le hacían imaginar que su padrino seguía vivo en su época, bromeando con Remus Lupin, mientras éste controlaba sus ganas de reír. Recordaba la pequeña familia que pudo haber tenido.

—No es bueno estar solo.

Harry miró a su lado izquierdo, encontrándose con una chica recargada en una de las columnas con tal casualidad que sorprendió a Harry. Recordaba a la chica, estaba en su mismo año y era de Ravenclaw, aunque lo último lo afirmaba la bufanda de la joven. Ailsa Brooks, la cazadora de Ravenclaw y, en su opinión, una chica demasiado positiva y querida.

—No, no es —afirmó el ojiverde mirándola mientras sonreía—. Nunca me ha gustado estar solo, pero debo admitir que muchas veces es necesario.

—Te comprendo —contestó la chica sorprendiendo al azabache—. Hubo un momento en el que estuve sola, fue muy triste.

—No pareciera —dijo Harry sonriendo con calidez—, siempre estás sonriendo y con tus amigas.

—Sí, pasó hace algunos años —susurró caminando hacia Harry, colocándose en la misma posición que el Slytherin y mirando el cielo con una tristeza nostálgica.

—Yo también estuve solo —informó sonriendo para sus adentros, recordando esos momentos en casa de sus tíos.

—¿Y qué pasó? —preguntó la chica sonriendo.

Harry miró el cielo y sonrió, extrañaba mucho a sus amigos. Por un momento la idea de contarle un pequeño pedazo de su vida le vino en mente, pero debía seguir con la historia que él y Tom habían formado. Aunque él no quisiera mentir.

—Conocí a Tom —susurró con cariño, en cierta forma no mentía—, y me aceptó por lo que soy y no por quien soy.

—¿Y quién eres? —preguntó la Ravenclaw inclinando su cabeza con curiosidad.

—Hoy en día no sé ni quien soy.

Un pequeño momento pasó antes de que la Ravenclaw decidiera hablar, llegando al tema que, desde un principio, quiso tocar.

—¿Es cierto lo que dicen de Riddle y tú? —la voz de la chica se apagó al decir el nombre de Tom, mas Harry pudo distinguir una pizca de odio y terror.

—Depende de lo que digan.

—¿Son novios? —soltó sin más.

Harry no supo que responder, sin embargo decidió contestar con la verdad y asintió. Su instinto decía que aprendería algo nuevo de esa plática, y su instinto siempre le había servido.

—¿Te quiere?

—¿Por qué tan interesada? —preguntó curioso.

—Tom no tiene sentimientos —contestó mirándolo a los ojos.

Un nuevo mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora