Novena parte.

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El ojiazul miró nuevamente a su lado derecho, encontrándose con la misma imagen de hace dos minutos. Suspirando se levantó de la cómoda cama y se encaminó al observado, sentándose frente a éste, aunque parecía no notar la presencia del Lord.

—Harry, se te saldrán los ojos —murmuró Tom aburrido.

El azabache levantó su cabeza y miró al hablante con tranquilidad, se podría decir que su mirada era soñadora. Una sonrisa se formó en sus labios y señaló la esfera que tenía entre sus piernas.

—¿Quieres intentar ver algo? —preguntó sonriendo. El pelinegro sólo pudo fruncir el ceño antes de negar con la cabeza— Vamos, sólo dale una oportunidad —insistió colocando la pequeña esfera negra en las piernas de Tom.

Harry se arrastró al lado de Tom y agarró las manos de éste con suavidad.

—Debes poner tus manos —empezó a murmurar colocando la manos de Tom arriba de la esfera—... así. Ahora concéntrate en algo que quieras ver y enfoca todos tus sentidos en ese pensamiento, si no funciona trata con algo más cercano a ti.

El pelinego miró al azabache por unos segundos, decidiendo en qué pensar, unos ojos verdes invadieron su mente y luego dirigió su mirada a los ojos de su acompañante, sonriendo con cariño. Estaban en el pasado según Harry, eso implica que Harry aún no nacía y, en ese momento, Tom sólo quería ver la vida de Harry, desde niño hasta el momento en el que desapareció de su época.

El azabache se colocó atrás de él, poniendo sus manos arriba de las muñecas, por no decir antebrazo, de Tom. El de ojos castaños sintió como Harry se recargaba en su hombro y, cuando miró atrás, sólo pudo ver la maraña de pelos revoltosos de su no-amigo, causándole gracia.

Harry era tan pequeño que no alcanzaba a ver completamente la esfera, así que decidió recargar su frente con el hombro de su confidente y cerrar los ojos para ayudar a que Tom vea lo que sea que quería ver.

Había leído eso en el libro que le regaló la gitana, si querías que alguien no-vidente viera algo en una esfera, el vidente -o aprendiz- debía permanecer lo más cerca de él.

Volteando nuevamente hacia la esfera, Tom se concentró en la vida de Harry y, justo cuando la idea empezaba a formarse en su mente, una sensación cálida recorrió su espalda hacia sus manos, exactamente las partes que Harry le tocaba.

Una espesa niebla se formó en la esfera sorprendiendo a Tom, él antes había querido usar la estúpida esfera para entender porqué Harry la veía con tanta fascinación, pero ninguna de las veces logró ver algo. Agradeciendo mentalmente a Harry por su ayuda, Tom vio como la niebla se dispersaba, dejando a la mira un pequeño bebé en su cuna, llorando, viendo a una persona frente a él que estaba parado al lado de una pelirroja muerta.

La persona, o criatura, porque lo único parecido a una persona que tenía el hombre parado frente al infante era la figura, estaba apuntando su varita hacia el pequeño ojiverde, la escena se alumbró con una luz verde, igual a los ojos del menor. Al apagarse la luz, la escena cambió radicalmente. Tom debía admitir que la varita del sujeto se parecía demasiado a la suya.

La siguiente visión fue de un pequeño niño azabache corriendo hacia un árbol siendo perseguido por un rubio más corpulento que el primero, tras el rubio se podían ver un niño más, éste sí estaba delgado. Tom abrió los ojos cuando el menor tropezó con sus grandes prendas y cayó al piso, siendo alcanzado por los dos niños y golpeado por ésos.

Esos niños eran peor que los de su orfanato, los chicos del orfanato sólo lo empujaban cuando pasaba por un pasillo, le metían el píe para que se cayera o soltaban comentarios hirientes, sin contar las veces que entraban a su habitación y rompían todo dentro de ésta, pero, por más cosas que le hubieran hecho, nunca lo habían golpeado directamente, y nunca lo habían intentado.

Un nuevo mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora