Décima octava parte

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Bueno... pues... perdón por lo que pondré en este capítulo, ya lo había escrito y esto es muy importante para la historia... perdón:(

♣ ♣ ♣ ♣

—Acomoda bien tu cabello —regañó el ojiazul acercándose al de cabellos azabaches, sonriendo con ternura—, no estarás pensando ir a tu graduación con ese horrible peinado, ¿o sí?

—No es que no quiera peinarlo, solo que no pue... ¿Cómo lo hiciste? —preguntó emocionado al ver como su amante acomodaba su cabello sin ningún problema.

—¿En serio? Harry, eres un mago —informó riendo por la reacción del contrario—, ¿no se te ocurrió investigar hechizo para toda esa pajera a la que llamas cabello?

—Claro que lo hice, pero sólo duraban menos de una hora —murmuró apenado—, verás como volverá a la normalidad antes de tiempo.

—Bueno, el hechizo que usé es permanente, para tu suerte —comentó el pelinegro acomodando el pequeño fleco para dar paso a dos hermosos y puros ojos esmeraldas—... ¿Hace cuando no te cortas el cabello?

—Desde que mi novio me dijo y exigió que no lo hiciera —contestó con simpleza, sonriendo hacia los ojos azules—, ¿te retractas de lo que dijiste?

—No, te ves mil veces mejor con el pelo largo —afirmó pasando su mano por su hombro hasta llegar a su cuello y luego a la corbata, acomodándola y apretándola para que quedara derecha en el pecho del viajante—, pero te ves mejor peinado.

El azabache bufó y miró un su novio de pies a cabeza, el Slytherin se veía mejor de lo que debería, y no quería matar a alguien por andar viendo a su hermoso y su no tan angelical chico.

—¿En serio no te pudiste acomodar mejor la túnica? —preguntó acomodando ahora la prenda nombrada, quitando una que otra arruga en ella y poniéndole bien el cuello.

—Me la hubiera puesto mejor si alguien no me hubiera apurado con sus "Vamos a llegar tarde, Harry" cuando faltaban más de tres horas —se quejó en forma de berrinche, mirando al acusado con un hermoso labio fruncido.

Tom sonrió y besó la frente de su novio y agarró su mano con suavidad, arrastrándolo tras de sí hasta llegar al jardín de Hogwarts, donde sería su ceremonia no-tan-espectacular.

—¿Y cómo me veo yo? —cuestionó parándose frente al ojiverde.

—Comible —contestó sonriendo—, ¿en serio debiste esforzarte tanto en verte bien?

—Claro, uno no siempre tiene la posibilidad de decir un discurso frente a todos los padres, maestros y alumnos de Hogwarts, aunque, sobre todo, frente a ti; debe ser lógico que quiera estar lo más presentable posible —dijo mientras sonreía con algo de animo, cosa extraña para la perspectiva de Harry, quien frunció el ceño curioso.

—Tom —el nombrado asintió con la cabeza—, ¿tomaste algo antes de venir?

—No, ¿por qué lo har...?

—¿Te sientes bien?

—Por supuesto que me siento bien.

—¿Seguro?

—Sí, ¿por qué las preguntas?

—Estás extraño —murmuró sentándose en la silla que anteriormente le habían asignando—, feliz y radiante, no digo que no lo seas, pero es raro que lo demuestres más de la cuenta.

El ojiazul también frunció el ceño y se sentó a su lado, tratando de aparentar estar normal mientras esperaba el momento en que iniciara la ceremonia, la cual pasó sin mucho entretenimiento, dando paso a cada uno de los estudiantes, los cuales se levantaba e iba por sus papeles frente todo el alumnado, donde los Gryffindor gritaban y aplaudían a más no poder y donde los Slytherin veían el potencial de las personas, aunque, de todo el evento, lo que más amó Harry fue el discurso de Tom, quien se veía firme, seguro, amable e inteligente, sin contar las sonrisas que le mandaba cada vez que lo miraba.

Un nuevo mañana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora