CAPÍTULO 6

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Paulette y yo habíamos decidido encontrarnos en la estación de tren para escapar juntos a España.

-¡Hijo tienes mucho afán! Aún faltan cuatro horas para marcharnos.- dijo mi padre.

-Estoy muy emocionado, iré primero para despedirme de todos y luego los veo allá en la estación.- dije con engaño.

-Papá opino que debemos quedarnos, ve tú, prueba Londres y luego nos iremos nosotros. - dijo mi hermano menor Henri.

- Por primera vez el renacuajo tiene razón- dije cómicamente tratando de evadir la mirada asesina de mi hermano.

-No hijos, debemos permanecer unidos, o nos vamos todos o ninguno se va.- Dijo decidida mi madre mientras nos reunía en un abrazo grupal.

Mi hermano insistía, casi que suplicaba, yo intente ayudar pero no se pudo por las buenas. Al fin y al cabo ya tenía mi plan trazado y aunque papá diga lo opuesto, mi destino y felicidad era estar al lado de mi verdadero amor: Paulette.

Me fui a la estación de tren como habíamos acordado Paulette y yo. Esperé y esperé el tiempo suficiente como para darme cuenta que Paulette había cambiado de opinión.

¿En realidad su amor no era genuino? ¿temía mucho al porvenir incierto? A decir verdad ninguno tiene certidumbre de su futuro. Pero lo que sí era real era una gran verdad: Paulette no estaba allí para demostrarme lo contrario.

Decepcionado esperé a la familia. Y vi a mi hermano despedirse de la que él decía era su amiga, pero a los cuatro vientos sus miradas y sus corazones mostraban un amor sin límites.

Envidioso, me cambie de sitio, me fui a un Vagón al otro lado de la ventana para evadir la triste despedida de mi hermano y su amiga. Lo envidiaba, por lo menos ella trataba con todas sus fuerzas de mantenerse a su lado, en cambio Paulette nunca vino a mi encuentro. Pudo más el miedo que el amor que profesaba.

Qué lástima Paulette... ¡pudimos haber sido felices!

VIDAS CRUZADAS©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora