Capítulo 26. Un salto de locos

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Alice

Después de que llegara James, lo note extraño, subió a la habitación que le había preparado.

No me tragaba la historia de que un animal lo atacó, algo paso y no quiere decirme, no lo presionaría, el me lo dirá cuando este listo.

Me levante temprano, tuve un sueño bastante extraño, una señora de cabellos plateados me hablaba y decía cosas sin sentido. Una dirección apareció en una pared, la memorice por si la necesitaba.

Busque en internet y era de esperarse que fuera una tienda de hechicería. Imprime la información sobre ella, guarde unas cosas en mi bolsa, lo más importante, una daga.

No le dije a James a donde iría, porque sabía que querría acompañarme y la verdad necesitaba hacer esto sola.

Camine hasta el pueblo, fui lo más rápido posible para que la gente no me viera.
Espere en la parada de autobús quince minutos, subí al camión que me llevaría a la cuidad de Aguas Oscuras, bonito nombre, muy apropiado para la situación. En todo el viaje repase en mi cabeza lo que diría al llegar, no entendía como fue que la mujer se apareciera en mis sueños, pero me alegro, si podía encontrar otro camino que me librara, estaría agradecida.

El pueblo donde crecí estaba en una depresión, así que el autobús tuvo que subir una pendiente muy empinada.
Las alturas eran mi fobia, procure no ver por la ventana, evitaría morir de un infarto.

— Por dios ¿qué hace ese muchacho en el precipicio? — dijo el chófer, detuvo el autobús. — bajaré para comprobar que este bien.

— Señor tenemos prisa, mi mamá esta enferma y tengo que verla. — dijo un muchacho.

No alcance a distinguir como era, tenía puesta una capucha y lo cubría todo.

— Escucha, tal vez ese joven necesita ayuda, no puedo dejarlo ahí solo.

— No se preocupe, yo iré, usted puede esperar aquí, prometo que no me tardaré. — dije.

Mientras más distraída este mi mente mejor. Nada mejor que ayudar a un alma desgraciada a encontrar el camino.

— De acuerdo, no se tarde señorita. — me dijo, sentándose otra vez.

Baje del autobús.

Camine directo al chico, admito que sentía miedo, me pondría histérica si decidía saltar frente a mis ojos.

Me detuve cuando él se estremeció.

— Oye amigo, ¿te puedo ayudar en algo? — le pregunté.

No me respondió siguió viendo el fondo.

— Quieres que llame a los para médicos, si estas lastimado o algo yo...

Me interrumpió.

— Que gusto escucharte Alice, sabes te he extrañado. — me dijo, pero con la voz de Lux.

— Deberías de olvidarme, solo alejate, por favor. — supliqué.

Se dio la vuela, ahora su espalda daba al precipicio.

— No, ya sabes que te necesito Paris, mi corazón late solo por ti.

Cerré los ojos apartando las lágrimas de frustración.

— Nunca me tendrás. — le di la espalda y camine al autobús.

— Entonces no me dejas mas motivo que lastimar al chico, y a todos los que quiera, sus muertes serán culpa tuya.

Miré otra vez a su dirección. Me dio una sonrisa espeluznante, que provoco que mi piel se
erizara.

— No te atrevas. — se lanzó. Corrí para detenerlo pero fue demasiado tarde.

Grite hasta quedarme afónica. El chófer se bajó del autobús para ayudarme. Otros chicos se asomaron para ver donde había quedado el cuerpo del chico.

— Ese lunático se lanzó. — dijo un señor con gorra roja.

— Vamos niña, te llevare al hospital para que te a tiendan. — me ayudo a ponerme de pié.

— Pero no me lastimé. — le dije.

— Físicamente no.

Nadie en el autobús habló, permanecieron en silencio a pesar de lo incomodo que se puso.

Otro caso que no le dirás a James, Alice.

Me dejaron frente al hospital, el chico de la capucha y yo bajamos, no quería hablar con nadie pero debía saber hacia donde ir.

— Disculpa, sabes donde queda la tienda de hechicería Luna de Sangre.

Debí de sonora como una loca, pero nunca lo vería de nuevo así que no importaba.

— Camina cinco cuadras al sur. — señaló. — das vuelta en una panadería y caminas derecho hasta donde la luz no entra.

— Gracias. — me fui por donde el me había dicho.

Que clase de personas vivirán en este lugar.

— Se supone que tu también deberías de entrar al hospital. — me dijo.

— Estoy bien, gracias. — respondí

Todas las calles eran pequeñas pensé que caminaría más, la panadería fue fácil de encontrar, pero si que daba miedo la calle sin luz y eso que era de día.

— ¿A dónde vas preciosa?

¿Enserio, más problemas?

Giré para ver quien me hablaba.

— ¡Que demonios! — grité.

Estaré respondiendo todas sus dudas, si es que tienen alguna.

Gracias por leer mi historia.

Tengo otra cuenta donde también tengo libros interesantes, no son como este pero son geniales.

AzucenaLoya

El Libro Negro ( #CarrotAwards2016)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora