Confesión en el torreón
Terrence había ido con el mejor especialista para controlar sus celos, su madre, aquella mujer que lo comprendía más que cualquier médico, había tomado algunos días, prefería no compartir con los amigos de Candy, no podría controlarse, ya que no estaba seguro de lo que Candy sentía. Los días pasaban en compañía de sus amigos, Candy no estaba segura del por qué Terry se mantenía alejado de ella, lo extrañaba mucho, inclusive cuando ella quería tenerlo ahí para abrazarlo y para que la besara, era ahora que se había puesto a soñar con él, con su aroma y sus brazos, sentía cuanto lo necesitaba y solamente había optado por alejarse de ella.
Candy decidió dar un paseo en el viejo torreón, el que se encontraba en ruinas entre ambas villas, Terry había optado por la misma idea, ya que lo único que planeaba en realidad era pasear por allí para distraerse, después de haber hablado con su madre necesitaba un poco de aire y que mejor que dar un paseo por ahí para sentir el frio viento que pasaba por el torreón. Candy sabía lo lejos que se encontraba de la Villa Andley, pero justo esa mañana había salido a merodear por allí, tomó una mochila y metió algunas frutas, jugos y unos emparedados que había preparado en ese momento; comenzó a dar unos pasos hacia el establo para que nadie se diera cuenta de su huída y montó rápidamente a Lucero, una yegua negra que le regaló Albert en su cumpleaños número quince. En aproximadamente una hora llegó a este lugar, se bajó del caballo, tomó la mochila y se encaminó.
El torreón se veía a lo lejos, comenzó a caminar, despacio primero y después corrió hasta este, recordando como merodeaba por ese lugar cuando era pequeña, salía y entraba de su base, el viento era gélido y estaba corriendo libremente por las pocas ventanas que componían la edificación, cuando entró, admiró el amplio lugar y comenzó a subir por la escalera que llevaba a lo más alto de aquella torre, de niña le gustaba subir por el eco que emitía a lo largo de esta, el crujir de la escalera y los ruidos que provocaba su voz. Algunas veces pensaba que era toda una faena lograr subir sin que le pasara algo, esta vez no sería distinto, a pesar de que sabía todos los secretos del lugar, los años no pasaban en balde por las maderas y los tabiques con los cuales estaba construido.
Cuando hubo llegado, comenzó a gritar lo más alto que podía, aunque el viento la obligaba a hacerlo más alto cada vez, el sonido del viento era demasiado agitado a esas alturas, cuando era niña se le secaba la boca con tan solo cuatro nombres a la vez, mientras George y Albert se encontraban uno detrás de ella y otro en la parte de abajo, para poder cuidarla y que si tropezase, no se lastimara.
- Candyyyyy – se oía en el eco de aquel lugar. Papaaaaá, Mamaaaaá – repitió nuevamente. ¡Hace frio aquí arriba! – comenzó a reírse.
No muy lejos de ahí Terrence alcanzó a oír el nombre de su novia, miró a todos lados y al solo escuchar el ruido que el viento emitía, sonrió y azuzó a su caballo para que se moviera lentamente hacia la torre que había visto en el mapa. Llegó hasta esta por el otro lado y cuando rodeó la base observó que había un caballo allí, quedó asombrado ya que pensaba que nadie podría estar ahí más que él y no porque tuviera la exclusividad sino porque hacía tanto frio que difícilmente alguien se hubiera animado a estar en otro lado en vez de sentir el crudo invierno aquí. Después de unos momentos escuchó su nombre, así que buscó en lo alto, pero no vio nada. Tiempo después volvió a escuchar que alguien repetía su nombre.
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La dama del retrato
RomantikESTA HISTORIA COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL SON DE MI TOTAL AUTORIA, NO DE DOMINIO PUBLICO COMO ESTA ESTIPULADO, SI HAY ALGUNA DUDA, PUEDEN CONTACTARME Él se ha quedado prendado de un retrato en una exposición en el Museo Metropolitano, la belle...