Intimidad
Una linda mañana en Londres, los pajarillos cantaban en el jardín, a lo lejos, debajo de un árbol se encontraba una persona, dormitando, respirando acompasadamente, mientras que un joven castaño la miraba de vez en vez, checando que estuviese cómoda, mientras leía el periódico y revisaba algunos papeles depositados en la mesa. Su mirada viajaba desde el bello rostro de su esposa hasta el abultado vientre que denotaba los recién seis meses de gestación.
- Hijo, ¿cómo está? – preguntó Eleonor, que al igual que la rubia ya se encontraba en el sexto mes de gestación.
- Al parecer más tranquila mamá, ha dormitado por más de una hora – refirió calculando con reloj en mano.
- ¡Qué bueno! Dorothy me ha dicho que no puede dormir gran cosa, ¿necesita llevar la férula puesta? – preguntó Eleonor un tanto preocupada.
- Sí madre, hay que resguardar al bebé, la férula se quedará ahí por un largo tiempo, de ser necesario hasta que el bebé nazca - resolvió el castaño sonriendo débilmente.
- Pero hijo... tus necesidades - nombró la rubia indecisa.
- Pueden esperar madre, tienen y deben esperar, sabré como arreglármelas; dime Eleonor ¿cómo has estado? – le preguntó para sacarla del tema.
- Bien, afortunadamente he estado demasiado bien – le sonrió nuevamente.
- ¡Qué bueno mamá! Hay ¿algunas otras cosas que quisieras saber? – preguntó él molesto.
- Está bien, no preguntaré más. ¿Volverás al trabajo? – cuestionó Eleonor.
- He pedido autorización de la reina para que no asista, aún estoy esperando, por lo tanto, iré de vez en cuando, no puedo dejarla sola – refirió el mirando cómo su esposa se había despertado.
- Entiendo y ¿Niel Leagan? – cuestionó otro asunto.
- Pasará largos años en la cárcel, aunque desconozco eso, Fausto nos informará cuando cumpla un año de confinamiento – le respondió levantándose de su silla y comenzó a caminar haciendo una reverencia, para despedirse de su madre.
- Despertaste – se acercó rápidamente.
- Terry, tengo sed – dijo esto en un susurro.
- Espera, voy por la esponja – le tomó la mano para después ser detenido por ella.
- No de esa sed, quiero sentirte – le apretó la mano contra su cintura.
- No podemos amor, ni tú ni yo podemos resistirnos a no estar juntos, lo entiendes - la miró con unos ojos que ella conocía demasiado bien.
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La dama del retrato
RomanceESTA HISTORIA COMO LAS ENCONTRADAS EN MI PERFIL SON DE MI TOTAL AUTORIA, NO DE DOMINIO PUBLICO COMO ESTA ESTIPULADO, SI HAY ALGUNA DUDA, PUEDEN CONTACTARME Él se ha quedado prendado de un retrato en una exposición en el Museo Metropolitano, la belle...