Transformados

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Cierto día se encontraba papá trabajando arduamente en su oficina. Súbitamente entró su pequeño hijito de 5 años. Venía con todas las ganas y el entusiasmo de ayudar a papá. El padre, momentáneamente apartándose de sus tareas y comprendiendo las intenciones del dulce corazoncito de su niñito, no quiso rechazar la iniciativa ni frustrarle, por lo que pensó un momento y luego tuvo una idea. Tomó el diario que se encontraba sobre su escritorio, lo abrió en una página donde se hallaba un gran mapa del mundo y lo cortó con sus manos en muchos pedacitos. Luego los mezcló bien y se los entregó cuidadosamente al niño junto con un rollo de cinta adhesiva, con la consigna de armar de nuevo el improvisado rompecabezas con el mapa del mundo. Esto debería tenerlo entretenido por un buen rato, pensó.

Cual no sería su sorpresa, cuando unos pocos minutos después, el niñito irrumpió nuevamente en medio de la concentración de papá, con el mapa perfectamente armado. ¿Qué podría saber un pequeñín de cinco años de geografía y de mapas? Sin embargo, ahí estaba, presentando el trabajo hecho ante papá y orgulloso de su logro.

-¿Cómo lo hiciste, hijo? Preguntó el papá carcomido por la curiosidad de cómo había conseguido su pequeño niñito tan singular hazaña.

-Me dí cuenta de que en la parte de atrás del mapa, había una figura de un hombre, papá. Respondió el nene.

-Arreglé al hombre y me quedó el mundo hecho, agregó.

Amad@: ¡cuántas, cuántas, pero cuántas son las veces que como personas, como comunidad, como iglesia, queremos y aún pretendemos cambiar al mundo que nos rodea, no importa si en ello tenemos empeñados y comprometidos nuestros mejores esfuerzos, oraciones y las más bellas intenciones del corazón!

Y en tal empresa nos olvidamos que los primeros que tenemos que experimentar un cambio, una transformación profunda, somos –repito– primero nosotros mismos. Es que no hay comunidades transformadas sino hay transformación primero en cada uno de los individuos que la proponen, quieren y realmente desean.


"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta."

Romanos 12:2 (RVR1960)

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