A contracultura

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"Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma".

(Hebreos 10:39)

Sheena Iyengar es una excelente conferencista de origen canadiense, experta en el tema de las elecciones que hacemos las personas. Es ciega y ve esto como una ventaja para decidir en muchos aspectos. Ella cuenta que estando en una cafetería de Japón, pidió té verde con azúcar. El mesero le dijo amablemente que según la tradición japonesa el té verde no llevaba azúcar. Ella lo sabía porque estaba investigando para su tesis de Doctorado en Japón, así que le dijo amablemente al mesero que, aun así, a ella le gustaba el té verde dulce, o sea, con azúcar. El mesero al no poder persuadirla llamó al gerente, el cual se acercó a Sheena y sencillamente le dijo: lo siento señora, aquí no tenemos azúcar. Entonces ella pidió un café, en pocos minutos tenía una taza de café humeante en su mesa y dos sobres de azúcar para echarle al mismo. Sí había azúcar en la cafetería, pero la elección de Sheena Iyengar era demasiado invasiva para sus interlocutores como para comprenderla y aceptarla.

Ir a contracultura puede llegar a ser una ocasión anecdótica para relatar en una charla motivacional, o para sazonar con hilaridad una conversación de sobremesa. Sin embargo, cuando ir a contracultura te puede costar el aprecio de otros, la aceptación, las oportunidades de estudio, de trabajo, incluso la libertad, o la vida, ya entramos entonces en otro tipo de análisis. ¿Seríamos capaces de adentrarnos en semejante confrontación por causa de nuestra fe? La respuesta debería ser un contundente sí, porque somos de esa clase de personas que no negocian sus principios de virtud y honor.

Cada día somos puestos a prueba acerca de aquellas cosas que creemos y es que una fe que no puede ser probada no sirve de nada, es meramente un asentimiento intelectual. Probablemente, la mayoría de los que lean estas líneas vivan en países con libertad para expresar su fe y no se jueguen la vida por llamarse cristianos como otros de nuestros hermanos en naciones intolerantes al Evangelio. Pero, qué hay con eso de ser coherentes a las elecciones que hemos hecho en Cristo acerca de vivir "sobria, justa y piadosamente" (Tito 2:12). Es en este terreno donde hay que demostrar que somos quienes decimos ser.

Si otros mienten, nosotros no lo hacemos. Si otros falsean su lealtad, nosotros somos intransigentes. Si otros son pragmáticos, nosotros somos de convicciones resolutas. Si hay quienes agravian y hacen injusticia, nosotros no contemporizamos con el atropello, sino que nos oponemos a todo lo execrable. Como el salmón nos toca nadar a contracorriente, ofrecer la mejilla que aún no ha sido golpeada, amar al enemigo virulento, desobedecer a los deseos de la carne, revelarnos a la tiranía de nuestra vieja naturaleza.

Hemos elegido ser lo que somos, pero quien nos mantiene en pie es el Señor. No podríamos ir a contracultura sin su impronta como referente, ni sin la fuerza de su Espíritu vigorizando nuestra alma. Porque Él reina en nosotros es que continuamos siendo espectáculo al mundo. Estamos en la Arena, peleamos contra fieras y esperamos que Dios triunfe en nosotros para su gloria. Ningún poder cósmico o humano puede frenar nuestro pujante avance. Somos la iglesia, opositores flagrantes a lo mal hecho. Así nos diseñó el Maestro.

Sheena Iyengar no bebió el té verde sin azúcar solo porque era culturalmente aceptable, ella fue fiel a aquello que pensaba. Me parece francamente valiente por ello. Tampoco emprendió una acción punitiva contra aquellos que disentían, solo fue ella misma. Esa, quizás, sea la mejor manera de defender lo que pensamos. No cambiemos de parecer porque otros disientan, no negociemos la virtud porque otros la odien. No seamos veletas que se muevan con el viento, seamos montañas que permanecen inamovibles ante los tifones de la adversidad.

Vamos de camino al cielo por este lóbrego mundo. Nuestra andadura es a contracultura y no hay posibilidad alguna de que paremos o volvamos atrás. Nuestra alma anhela ese hogar donde no ha estado y solo descansará a plenitud cuando esté allí.

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