z e h n

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El tiempo transcurría, la música llenaba mis oídos y habría jurado que me había quedado sin trasero de todo el tiempo haber estado sentada. Juraría llevar años en aquella posición y las piernas también se me empezaban a entumecer. Además, el sueño se estaba adueñando de mí y tampoco era como que me encantara llevar el vestido. Solía usar ropa bastante cómoda, tales como camisetas simples y pantalones o faldas. Pero un vestido elegante era distinto, no estaba acostumbrada a eso. En resumen; me asfixiaba por la anticuada prenda.

El número de sinfónica acabó, los aplausos me aturdían y dentro de mi confusión escuché las palabras de RaeByung; «solo queda un número más». Quizá era la mejor noticia que había escuchado, quería largarme a dormir, estaba meciéndome del cansancio. Para delante, para atrás, para delante, para atrás.

Unas letras reluciente se leyeron en el telón más lejano del escenario. El proyector que estaba a unos cuatro metros de mi cabeza hizo que el nombre del siguiente músico apareciera sobre el telón.

Las leí casi tan deprisa que tuve que volver a leerlas para confirmar quien se presentaría. De repente, aquel cansancio inaudito se había ido y en su lugar había aparecido la sorpresa.

Min YoonGi
Sustain

El chico paliducho apareció en el escenario, con una camisa blanca sencilla y unos pantalones crema que hacían resaltar su cabello. Otra cosa que llamó mi atención fue que iba descalzo. Portaba guantes -al estilo antiguo-, parecía que se había delineado los ojos y su cabello estaba igual de desordenado que siempre. Caminó con soltura hasta el piano de la esquina del escenario, se quitó los guantes dejándolos en el suelo y se sentó no sin antes hacer una reverencia al público.

Mi ubicación era bastante cercana al escenario, por lo que fui testigo de lo rápido que se movían sus dedos y lo hermosa que sonaba aquella melodía. Suspiré apreciando todo el trabajo que estaba haciendo aquel amigo mío. Si se puede considerar así.

🌸

— Hola —la voz de YoonGi interrumpió el silencio que reinaba entre TaeHyung y yo. Con su tan común postura encorvada y desinteresada se acercó con un rostro tan cansado que hasta yo me sorprendí.

— ¿Qué tal? —pregunté absorta. Me costó visualizarlo de nuevo como lo había visto el día anterior, tan elegante, tan glorioso.

— Ayer —susurró sin mirar a TaeHyung, quien estaba ordenando algunas cosas de la estantería cercana al mostrador— no pude venir. Tuve un compromiso.

— ¿Qué hiciste? —pregunté con una ceja alzada.

— Trabajé. No estaba previsto pero me iban a pagar bien —explicó y extendió su brazo— ¿Podrías darme un chocolate amargo, por favor?

Con un suspiro me levanté, pasé por el lado de TaeHyung y desaparecí tras el pasillo de chucherías seguida de YoonGi. No sabía si mencionar que lo había visto, aunque ¿era algo malo? Dudaba, quizá no le gustaba que la gente supiera que era un pianista.

— ¿Eres pianista? —solté metiendo mis narices en los chocolates buscando el que él quería y, además, me ahorraba la regañada.

— ¿Qué?

Solté un suspiro hondo— Ayer yo tampoco estuve aquí —murmuré. Separé mi rostro del estante al ver que había encontrado el chocolate, se lo tendí y regalé una corta sonrisa—. Fui a un recital.

Él no me contestó y se limitó a tomar el chocolate. Lo abrió ágilmente y se lo metió a la boca tan rápido como si no hubiera comido en días. Guardó la envoltura en su bolsillo a la vez que sacaba algo del mismo.

— Toma —susurró extendiendo su puño. Posé mi mano bajo su puño, cuando abrió este se desparramaron un par de monedas; el pago del chocolate.

— Gracias —murmuré.

Me lo quedé mirando un par de segundos que me parecieron interminables, él no me miraba. Más después de un rato se aclaró la garganta.

— ¿Puedes acompañarme afuera un momento? —murmuró atropellando sus palabras. Quizá con más prisa de lo normal. Ladeé la cabeza frunciendo mis labios.

— Te prometo que solo será un momento —susurró.

Y ese era uno de los pocos días en los que YoonGi llegaba a mi trabajo sin ganas de usar su sarcasmo. Solo quería hablar y pasar el rato mientras comía algo para luego pagarlo.

— Claro —terminé por acceder.

Tomó la basta de mi chaqueta y, prácticamente, me arrastró fuera del autoservicio. Giró hacia la derecha y me hizo voltear a la calle contigua visualizando a Roshi, su auto.

— Hay algo que —hizo una pausa— quiero darte.

Soltó su agarre, se aproximó a su auto con exagerada prontitud y abrió el maletero buscando algo.

Lo que después de eso sucedió fue bastante rápido. Solo fui capaz de captar que YoonGi se acercó a mí rápidamente y me sitúo frente a las narices un ramo de flores azules.

— ¿Qué-

— Las compré para mi madre, pero no le gustaron así que te las traje.

Me quedé algo anonada. YoonGi solía encubrir sus buenas obras con excusas o sarcasmo. Quería pensar que en verdad había comprado aquellas flores para mí pero conociéndolo posiblemente era cierto aquella excusa de que a su madre no le gustó el regalo.

— ¿Lo vas a tomar o quieres que se lo de a alguien más? —gruñó.

— Gracias —cuando tomé el ramo mis dedos tocaron los suyos. Un estremecimiento hizo que calor subiera a mis mejillas.

— Mi mamá-

— Sólo cállate. Déjame recordar este momento como algo lindo, ¿vale? —le espeté. Así era; YoonGi tenía la manía de joder los momentos lindos con su sarcasmo y/o excusas.

YoonGi se quedó callado y noté como rodó los ojos. Metí mi nariz en alguna de aquellas flores y sonreí al sentir esa variedad de olores. Quizá él decía la verdad referente a haber comprado aquel lindo detalle para su madre, pero ¿y si desde siempre fue para mí?

My Laws → Suga - BTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora