스물 셋

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Llegó el día, después de una semana encerrado en aquel cuarto del hospital en dónde perdió a su hija, llegó la bendita hora de irse del lugar.

No tenía expresión alguna en el rostro, cosa que preocupó en su momento a su prometido, pero al verlo tantos días de la misma forma le fue totalmente habitual. Una semana entera en donde el alegre, simpático y amistoso Taehyung fue completamente ajeno a como de verdad es.

—Amor... —pronunció Min con temor, al verlo con la mirada perdida en el gran ventanal de su cuarto asignado hace ya tiempo. Kim se giró hacia él al oír su sobrenombre.

—Dime —dijo seco, frío, oscuro..., como siempre. Yoongi se acostumbró a ello a regañadientes.

—Vámonos —dijo en susurro, intentando agarrar de la mano a su novio, pero éste no se lo permitió al apartar sus manos del alcance del mayor, quien hizo una mueca de desagrado ante el acto.

—Sí —asintió, saliendo de inmediato del cuarto, a pasos lentos y pesados, después de todo no quería irse: su hija seguía presente entre esas cuatro paredes, lo sabía, lo intuía y lo presentía. Pero no podía aguantar estar más tiempo en aquel lugar, claustrofóbico.

—Tae, es por aquí —guió su novio, al ver que el menor enfrente suyo se había dirigido al ventanal en donde los bebés descansaban junto con dos enfermeras quienes los arroparon. Se posicionó entre dos parejas, quienes miraban a los pequeños recién nacidos con ilusión y lágrimas en los ojos, lágrimas que no tardaron en aparecer en los pequeños ojos de Taehyung. Yoongi lo siguió, arrepintiendose al ver a los pequeños llorando o durmiendo en las camitas asignadas con sus nombres en una placa a vista de todos detrás del ventanal gigante.

—Sarang hubiera estado aquí

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—Sarang hubiera estado aquí... —susurró Kim, posando su mano en el cristal, con anhelo. Yoongi se acercó a él con pesadez, se posicionó a su lado y extendió su mano hasta el hombro contrario, sin poder evitar lagrimear levemente.

—Sí —concordó, arrepentido de no haberla salvado a ella, pero ama a Tae, solo quería estar con ambos y no elegir—. Debemos irnos, amor.

—No... —dijo en murmullo, mientras las lágrimas en sus ojos caían con rapidez y en silencio, haciendo sus ojos de color rojo intenso, logrando que su iris se vea de marrón oscuro y llamativo por ello—. Sólo quiero que Sarang vuelva...

—Yo también —murmuró Min, abrazando a su prometido, quien no aguantó y se echó a llorar en el pecho de su amado, siendo observado por ambas parejas, ajenos a todo lo que les está pasando a los pobres chicos.

|...|

Ya en casa, Jin esperó a los chicos con comida ya hecha en la mesa bien decorada junto con la casa en general, con una gran pancarta que rezaba en él un «Bienvenido Taehyung» colgado en medio del salón.

—La comida estuvo magnífica, Jinnie —admiró Min, quien se hizo mucho más cercano a su nueva madre esa semana en el que apenas pudo ver al perturbado Tae, quien se mantuvo en toda la comida callado y observador a cualquier pequeño movimiento de su prometido.

—Gracias —dijo vergonzoso, fijando su vista en su pequeño hijo con preocupación—. ¿No comerás, Tae?

—No quiero —dijo con sequedad, levantándose de la silla lentamente, para luego, desaparecer de la vista de ambos mayores al entrar en la habitación compartida con su prometido, encerrándose en el cuarto de un portazo.

Yoongi suspiró pesado, él también estaba pasando por lo mismo, fue él quien tuvo que decidir, fue él quien tuvo que ver a su prometido de esa forma..., fue él quien mató a su hija. Pero no entendía a Kim, sabía que sería así pero pensó que quizás hubiera mejorado esa semana en el que estuvo en el hospital, pero al parecer se quedó completamente igual a cuando recibió la noticia de la muerte de la pequeña Sarang.

—Yoongi, no te rindas. Tae es un chico bastante fuerte, ya verás cómo se recupera en este tiempo que estén juntos —animó el mayor, apretando la mano de Min que había agarrado entre sus palabras reconfortantes—. Sólo tienes que darle tiempo...

—Jin, quiero que todo vuelva a la normalidad —dijo Min, estallando en llanto, que por supuesto, Tae podía oír desde su habitación, razón por la cual llora con furia.

—Todos lo queremos, Yoongi —dijo en murmullo, con voz materna y caricias en la espalda cálidas, amables y cariñosas—. Todos...

|...|

—Tae, pequeño —murmuró Jin mientras daba leves golpes en la puerta de la habitación en donde el susodicho había entrado horas atrás—. Bebé..., tu novio se acaba de ir al trabajo..., era por si quieres salir y hablar conmigo de las cosas —dijo, mirando atentamente la puerta que lo separa de su pequeño castaño—, es por si no te sientes cómodo hablando con él..., bueno, así como en los viejos tiempos, ya sabes.

—No, gracias —dijo apenas audible la voz adormilada detrás de la puerta color café. Jin suspiró rendido, no sabía qué más hacer con él.

—Necesitas hablar con alguien, y lo sabes —dijo con voz cálida, sacando un suspiro de Tae, quien asintió para sí mismo.

—No... —volvió a murmurar, esta vez pensativo.

—Déjame ayudarte. Déjanos ayudarte, Tae —pidió Jin con súplica—. Tienes que pensar que tampoco le es fácil a Yoongi..., piénsalo, ¿si, bebé?

—Sí... —dijo, tragando saliva en seco, está sediento pero no se atreve en salir de su cuarto, mucho menos pedir algo, seguro utilizan sus necesidades para sacarlo de su escondite contra la realidad.

—Bueno, prepararé la cena..., si no quieres salir a comer aquí fuera..., te lo traeré aquí, ¿vale? —susurra Jin, escuchando un leve ruido proveniente de Kim, afirmativo—. Bueno, mientras estás allí dentro espero que descanses.

—Sí... —Tae se fue lentamente a la cama que compartía con su prometido, derramando pequeñas gotas de lágrimas de sus ojos al recordar la compra que había hecho con Yoongi para las cosas de la niña, principalmente porque todas esas cosas, incluida la pequeña cuna color crema, adornaba la habitación—. Te echaré mucho en falta, Sarang... —murmuró, mientras en sus manos sostiene la ropa para él y ella que Yoongi le había comprado.






[To be continued...]

¿Aceptas a tu Hijo, Yoongi? → |YoonTae|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora