Capítulo Octavo

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- Mientes…

- No son mentiras Cristina, es la pura verdad.

- No puedo creer que seas tan vil, como para inventar una cosa así…

- Vamos, pregúntale a Federico…- Cristina tembló ante la posibilidad que fuese cierto, pero no… él se lo diría. 

- Vete de mi casa ahora mismo y no vuelvas… 

- Lo que digo es cierto… Federico es hijo de Don Severiano, y por tanto tu medio hermano. Por eso se alejó de ti, estaba claro que lo que sentía por ti, era prohibido y contranatural... No lo soportó. – Cristina la miró fijamente y con palidez marcada. Sus ojos se apagaron y en un frío se instaló en su pechó que amenazó con helar su corazón. Negó con la cabeza, presa de la incredulidad y la inseguridad. María del Carmen encontró a dos mujeres enfrentándose con la mirada, carraspeó para anunciar su llegada, pero la única que volteó fue Diana Elisa, la observó un instante y retiró la mirada para observar fijamente a Cristina, que parecía en shock. – Estoy segura que te dignarás a comprobar que lo que digo es cierto, y por tanto cumplirás con velar que no se cometa otro error como el del pasado.

- Vete de mi casa… - Dijo casi sin voz. – Diana Elisa salió con toda la dignidad posible, no sin antes posar su mirada seria de nuevo en María del Carmen. Cristina sentía como se desgarraba por dentro, no podía ser cierto, era una mentira de Diana Elisa, Federico no era su hermano, no podía serlo… a medida que su mente trabajaba más pálida se ponía y su hija se acercó a ella. 

- Mamá…. ¿Estás bien? - los ojos angustiados de Cristina se llenaron de lágrimas, era una mentira, tenía que serlo… su padre había mentido para separarlos. Y Federico había confiando en sus palabras, sin antes luchar por saber la verdad, era eso… tenía que serlo Dios mío. María del Carmen la miró preocupada – Mamá… ¡Mamá reacciona! 

Cristina la miró a los ojos, una lágrima cayó en su mejilla, y gimió angustiada… ¿Cómo una emoción podía hacerle tanto daño en el pecho? ¿Era posible que un corazón se quebrara literalmente? Ella estaba sintiendo como se agrietaba… y la dejaba sin respiración. ¿Así se había sentido Federico? 

- Mamá me estás asustando… ¿qué sucede? ¿Qué te hizo la Señora de Rivero? – Oírla llamarla por ese nombre solo acrecentó el dolor. Empezó a hiperventilar y las lágrimas no se hicieron esperar, Cristina se dobló de dolor y cayó de rodillas al suelo, llorando por el amor arrebatado. Su hija se bajó con expresión confundida y le tomó de los hombros – Mamá… 

María del Carmen abrazó a su madre quien lloraba con el alma destrozada, aun cuando no sabía la razón, tan solo se quedó a su lado, abrazándola. Jamás había visto así a su madre… verla vulnerable, siendo que parecía impenetrable. La conectó a esa parte de su madre que jamás conoció. Cristina se dejó abrazar, y fue consciente que el daño se extendería a su hija y gimió aun más de dolor. ¡Cuánto daño les habían hecho! 



Después de llegar de la Cueva… de estar con Cristina, Federico cabalgó en su hacienda, el prado en su hacienda era amplio así que junto a su mejor semental, cabalgó rápidamente y con furia, haber visto el rostro de dolor de Cristina al ser rechazada por él, le había consumido el alma. Unos minutos más envuelto en esa pasión que sentía por él, y estaba seguro que habría cedido. La habría tomado sin importarle nada, como en antaño, explorando su hermoso cuerpo, oliendo su aroma de mujer, marcándola como suya una y otra vez… gritó de dolor al cielo, mientras cabalgaba. 

- ¿POR QUEEEE? … ¿por qué? – terminó en un susurro. 



Estación de Autobús en Villahermosa

"Pasión Dolorosa"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora