Despedida

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Corbata rosa

Después de varios días de descanso, volví a despertar todavía recuperando mis fuerzas en el hospital.

Volteé a ver a mi lado y aprecié a Stella dormida complaciente en el sillón de la visita.

Me había cuidado estos dos últimos días de una forma preciosa. De alguna manera me encontró, siempre lo hace. Es muy persistente—Sonreí.

Pero, ya era hora de irme. No podía estar con ella.

Miré que tenía el collar en mi cuello... Stella lo cuidó todo este tiempo. 

El collar de mi querido padre.

Me puse en pie y coloqué mi collar en el cuello de Stella, que cayo de forma delicada sobre su pecho.

Ella seguía fundida como un gran oso panda con una angelical sonrisa.

Estaba hermosa...

Le acaricié el pelo por última vez.

Y le besé la frente.

Luego me fui sin no antes dejarle una pequeña nota y una gran sonrisa.

Finalicé diciendo en voz baja en la puerta de salida.

—Gracias Stella.

...

Al rato entré en las habitaciones de mis demás compañeros.

Me despedí primero de Shane, seguido de Adonis que estaba con Feliciano y por último de Ian.

Al final, Ian fue el único junto con Shane que no soportó mi despedida irrumpiendo en lágrimas, aunque rara vez veía a Ian tan sentimental.

—¿Adónde te vas?—respondió lagrimeando con tristeza.

—Muy lejos querido amigo...

Ian sólo asintió con la cabeza.

—En la tarde me voy... Iré a despedirme de Caín en las afueras de la ciudad. Envía mis saludos a tu esposa.

Ian me dio un fuerte abrazo y me dijo algo que me dejó con el corazón estremecido.

—Rose... sé que la vida te ha dado duro amigo... Pero sé que tu final feliz viene pronto. No lo sé, es como un lindo presentimiento y es contigo... Amigo, cuídate mucho y ya sabes que tienes a un hermano de por vida... Les mandaré tu saludo a mi esposa y... a mi hijo.

Quedé estupefacto.

—¿¡Hijo!? ¡Ian, hermano ven acá! ¡Felicidades!—Le di otro fuerte abrazo sonando con palmas su espalda.

—Gracias Rose.

Me aparté un poco con melancolía y le di mi última gran sonrisa, al instante me fui.

Ya estando fuera, me detuve un momento por Ian, que gritó con sentimiento desde adentro de su corazón.

 —¡Eres el mejor Rose! 

Yo solo sonreí de medio lado y seguí mi camino recordando a mi querido maestro terminadas las palabras de mi gran amigo.

...

Rose, 1997.

Un año después de la graduación.

Me reencontré con mi maestro en el Fenvay Park luego de un año sin verlo y le dije sobre el por qué me dio el color rosa de corbata.

—Rose... ¿sabes por qué te di el rosa?—dijo Robert sonriente.

—¿Por qué maestro?

—Porque el rosa es el mejor color.

Abrí mis ojos con gran asombro y también intriga al saber que fui el noveno en el examen final y no sabía por qué era el mejor.

—Eres el mejor por el sencillo hecho de que eres un verdadero hombre. No existen hombres perfectos o magníficos, sólo existen buenos hombres. Tal vez tengas algunos errores pero tu capacidad para hacer las cosas es extraordinaria, nunca te rindes.

Se detuvo y continuó:

—El rosa antes era un color de hombres, y... ¿sabes por qué se dejó de usar?

—¿Por qué querido maestro?

—Porque las mujeres independientes lo empezaron a usar en su afán de ser caballeros. Eso hizo que los hombres tomaran trastornos un tanto obsesivos, y en su respuesta a las mujeres, se adueñaron del azul.

Estaba sorprendido... siguió hablando Robert.

—Pero la realidad es que el rosa ya nadie lo usa, porque hay muy pocos hombres buenos en el mundo. Es el único color que no tiene nada negativo junto con el blanco, es un color vivo, que sabe amar en paz y tranquilidad. Ama con su corazón y es tierno y dulce. Tal vez no tiene la pasión del rojo, pero para llegar al rosa primero existe la mezcla del rojo y el blanco.

Sonreí mirando al suelo después de escucharlo. Y nuevamente prosiguió con sus palabras.

—Antes del deseo se debe de amar con ternura, con dedicación y con respeto. El rosa tiene todo eso, dado a ello forma parte de su gran maldición, de ser feliz totalmente sólo. No necesitas de nadie más, sólo de ti.

Luego me tomó del hombro y me dijo:

—Brindas tu amor a los demás porque eres generoso y también eres peor que una estrella fugaz.

—¿Por qué maestro?

Me apartó la mano del hombro y miró al gran cielo.

—Porque no solo apareces una vez en la vida, sino que nunca jamás se te vuelve a ver—Sonrió y volvió a verme—. Sería sólo un milagro imposible, el que te hiciera conceder el deseo de no estar sólo para siempre. Pero estoy seguro Rose, que ganarás el duelo a tu destino y encontrarás tu propio camino a la felicidad.

Corbata rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora