Encuentro

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Una semana después.

Llevaba días y más días buscando a un personaje del que no sé su nombre.

Eran las nueve de la noche y ya estaba decidida a rendirme en el final del día. Llovía muy fuerte y me resguardaba en mi paraguas.

No había encontrado nada en todo el día. Parecía una turista, caminaba a todas partes.

También volteaba a ver a las esquinas de cada cuadra de la ciudad.

Pero para mi gran asombro, sentí pasos y muchos golpes dados a algo o a alguien detrás de mí. Sonaba muy fuerte.

Me giré y volteé para retornar mi camino.

Y me encontré con el premio gordo en uno de los callejones sucios de la ciudad.

A corbata rosa.

Que recibía una golpiza de dos hombres...

Le impactaban patadas, puños y una que otra cachetada pero él ni se inmutaba.

Salí corriendo con mi paraguas en dirección hacia él y mientras uno de ellos estaba de espaldas, lo apaleé con mi sombrilla en la parte posterior de la cabeza.

El otro volteó y me dijo:

—¡Perra! vas a sufrir.

El hombre intentó darme un golpe pero se encontraba en estado de ebriedad. Lo esquivé.

La fuerza de su golpe lo hizo ir hacia delante y con mi paraguas lo empujé en su misma trayectoria. Acabando de forma cómica en la basura.

El segundo también muy ebrio giró a verme, y lanzó un puñetazo.

Sin embargo, volví a evadir pisando primero uno de sus pies y concluí pinchándo con mi paraguas afilado al abdomen.

Cuando lo hice el hombre terminó también al suelo, pero mientras caía pronunciaba las siguientes palabras: "¡Así no juego!".

Luego de caer al piso, ya había dejado de llover.

Hasta que por fin. Lo tenía enfrente.

Tal vez no tan reluciente como acostumbraba y quizás un poco sucio. También estaba bastante empapado e incluso con un considerable hematoma en buena parte del pómulo derecho.

Se encontraba sentado casi tirado y con su cabeza apoyada en el bote de la basura.

Aunque de manera inconcebible, lo único que conservaba su total pulcritud era su corbata rosa.

Me incliné cerca de él y lo tomé debajo del cuello de la camisa.

—Te salve malvado—dije enojada—, ahora dime ¿Quién diablos eres? Y por qué no...—Paré.

Él sonrió mientras se limpiaba un poco la sangre que brotaba de sus labios.

Y finalmente después de tanto, volví a escuchar esa hermosa voz.

—Tonta—dijo riendo—. ¿No sabes decir hola?—susurró pausadamente con gracia y elegancia.

Pero también daba risa verlo ahí. Tumbado en el pavimento como si fuera un pobre vagabundo saturado de tragos como esos dos.

Lo único que lo diferenciaba era su estúpida y brillante corbata rosa.

Le di la mano para que se parara, pero apenas lo hice ya estaba de pie y en un santiamén se desabotonaba su mugrienta camisa.

Otra vez empecé a temblar entrando en una falsa hipotermia y bajé la cabeza apenada.

Pero al rato me di cuenta que tenía una camisa igual, debajo de esa, totalmente limpia.

Corbata rosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora