vii

71 7 7
                                    

Llegamos a la plaza mayor de la ciudad.
Eché la culpa a la hora, por que no había en las bancas ni una sola alma, ni un gato o un guardia.
"Esto es perfecto, gracias viejito" -di gracias a Dios en mi cabeza, pero creo que lo hice demasiado pronto, porque  Él me tenía preparada una grata sorpresa.

- Maia, ¿esos que vienen no son tus viejos?
- Demonios, Gabo, ¿que hago? Si se enteran que estoy contigo me matan.
- Por Dios niña, no seas dramática. Además, ¿que te pueden decir?
- Pedazo de tonto, no les caes tan bien que digamos, quiero ahorrarte incomodidades.
- Que linda eres a veces.
- ¿A veces? Retráctate antes que Mikelu pase acariciando tu cuerpo caribeño.
- Ok, ok. No dije nada. ¿Que hacemos?
- Rayos, es demasiado tarde, ya me vieron.

Maia se puso pálida. De por si era de tez clara, pero la expresión sepulcral de su rostro me hacía intuir que estaba como papel.

- Maia, ¡Maia! -levantó las manos su padre, a cincuenta metros de distancia- que hace acá mi linda señorita.
- Genial. Está ebrio, Gabriel. Salvados por la campana.
- Más bien por la botella, flaca. -reí y me senté en la banca, mientras ella iba acercándose a sus padres.
- Nena, ¿qué haces acá?
- Papá, salí con unos amigos. ¿Qué haces tomado? Mamá, por qué dejas que papá tome.
- Mi amor, solo fueron unas copas -dijo su mamá, tratando de excusar a su esposo y mirándome con curiosidad- ¿él otra vez?
- ¿Quien él, Laura? -preguntó a su mujer, frunciendo el seño-
- Nada papá, mejor ve a casa y mañana hablamos.
- Si Maia, es mejor. No demores, por favor.
- Despreocúpense, llego en unos minutos.

Sus padres tomaron el taxi que estaba en la esquina -que ni habíamos notado- y se fueron a casa.

A penas y pudimos conversar de trivialidades diez minutos y me pidió que la lleve a su casa.

- Pero Maia, apenas y hemos llegado. -le dije haciendo puchero- ¿podemos quedarnos cinco minutos más?
- Gabriel, papá te odiará si mamá le dice que estuve solo contigo y que estuvimos hasta tarde en la calle.
- De acuerdo, pero me debes otra salida, ¿oks?
- Jajaja, te la pegas con el oks, pero está bien. Te debo otra salida.
- Eres lo máximo, Maia.
- Me lo dices a cada rato, Gabo.

Y sonrió.

A pesar de que la noche no había sido tan fructífera, por lo menos no para mi, me sentía contento, feliz, realizado, porque había pasado un solo momento con ella y, ya que no la veía tan seguido, era lo mejor que me podía pasar.

"Otra salida", su voz había quedado resonando en mi cabeza.

- ¿Hola? La tierra hablando a Gabo. ¿Ya nos vamos?
-  Lo siento Maia, me quedé pensando en que nos hace falta burro.
- ¿Burro? -me miró extrañada- y ¿eso como para qué?
- Si soy tu Shreck y tú mi fiona, nos hace falta un burro.
- Jajaja, Gabriel, a veces eres tierno cuando eres tonto. Pero esta vez no es así.
- Me hieres. ¿por qué eres tan cruel? -cambié mi expresión a una sufrida- no seas mala.
- Lo siento, niñito. Y me acarició.

Prometí no lavarme la mejilla hasta el 2050, o hasta que se acabe la botella de aceite.

Al llegar a casa, fui a la cocina a freír un filete de pollo porque tenía hambre.

Se me terminó el aceite.

"Maldición, odio mi suerte" -dije lanzando un golpe a la pared- y tuve que caminar al baño a lavarme la mejilla.

El Eterno Ilusionado [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora