xxii - parte 1

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Alexia me había dejado estupefacto. Por mi mente pasaron todas las situaciones que había imaginado, en las que ella se enteraba al fin de Maia, de nuestra historia y todo lo que había pasado. Nada era igual a lo que vivía. Sin querer, estaba detonando una bomba que hace tiempo estaba contenida por las oraciones incesantes que elevaba al altísimo, en un esfuerzo inútil de volver al "seno del Padre del cielo" haciendo lo que las estúpidas personas hacen siempre: pedir y pedir y pedir.

Alexia me había "parado" todas las revoluciones con una simple pregunta. Y moría de miedo de responderle. No podía ni verla a la cara. Sabía que sí miraba a sus ojos, iba a condenarme para siempre, a vivir en el averno.

- Te hice una pregunta, Gabo. ¿Quién es Maia? ¡maldita sea!
- Alexia, basta. No hagas el espectáculo -le dije, dándome cuenta que habían algunos transeúntes detenidos a pocos metros de nosotros, esperando tal vez, la senda cachetada que Alexia se moría por darme- hablemos tranquilamente, ¿si?
- Gabo, por favor, te ruego, acaba ya con este suplicio - me dijo, quebrándosele la voz - mi amor, si es que algún día fuiste mío, por favor, dime de una vez, y con la verdad.
- Alexia, tranquila -intervino Jorge- esto te hace mal. Piensa en la presentación. El recital empezará en una hora, tienen tiempo para conversar de todo durante el camino de regreso.
- Pero Jorge - le interrumpió Alexia.
- Pero nada. Ven Alexia - la tomó del brazo y empezaron a caminar - es mejor que nos veamos luego de la presentación, Gabriel - me dijo Jorge con una voz serena, pero firme.
- Eso haré. Te la encargo mucho -le dije.
- No hace falta. Recuerda que soy su hermano - me respondió y continuaron caminando.

El mundo, mi nuevo mundo, se había venido abajo frente de mis ojos, y no pude hacer nada, más que bajar la mirada y maldecir a mi vida, a mi suerte, a mi estúpido corazón que decidió enamorarse de la persona equivocada. Sí, porque si algo estaba descubriendo en ese momento era el tremendo error que cometí cuando me enamoré de la chica bella de suéter rojo.

- ¡Al diablo la vida!
- No sin que te tomes conmigo una corona, infeliz.

Giré melodramáticamente.
Era Juan.

***

El Eterno Ilusionado [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora