ix

73 6 7
                                    

- Una camisa de fuerza, ¿en serio? -me preguntó mi hermano al verme volver de la U por la noche, dos días después de la salida con Maia- ¿y tu cursilería?
- Vamos, Juan. Lee nuevamente y dale contexto, ¿sí?
- Me tomas por tarado, ¿cierto? Soy especialista en Gabrielismos, y no encontré sentido a lo que escribiste. Al menos, no el sentido de una persona enamorada.

Juan tenía razón. Llevaba escribiendo mucho tiempo sobre Maia, tanto que se me había vuelto trillado decir lo mismo de ella a cada segundo. Estaba perdiendo mi sentido amoroso.

Se me estaba pasando el amor.

- ¡Joder! -maldecí- pero yo la quiero, en serio la quiero.
- Hagamos algo, Gabo, ¿y si dejas de escribirselo y se lo dices ya?
- ¿Decírselo? ¿Face to face?
- Claro hermanito. Ya desahuévate y dile de una vez que te trae como burro sin mecate y más loco que la tía yiyi.
- Jaja, tranqui Chespirito, con la tía Yiyi no te metas. -reímos a carcajadas- Vieja loca.

La noche caía y también caían mis ganas de escribir. Escribía a Maia cada cierto tiempo, aunque luego de escribir Diario de un Suicida, dejé de poner fechas y horas, para que mamá no se ponga nerviosa, o porque el hijo se quiere matar, o porque anda enamorado. "La misma cosa es, mi amor" me había dicho alguna vez, y yo hasta cierto punto le di la razón. Tantas veces me habían jugado mal, que, como siempre decía, ya estoy "disponible para IOS store, Play Store, Nintendo wii, súper wii, PS 4 y todas las consolas habidas y por haber".

Mamá -como decía- siempre tenía la razón. Incluso cuando me vio con ella una tarde. Había acompañado a Maia a un concurso en otra ciudad. Para mi buena suerte ese día no tuve clases y pude cómodamente ir.
Disfruté tanto viendo la performance que presentó (fue un concurso de baile), tanto que me quedé pegadito con la canción, y a cada rato le pedía que me "lleve en su bicicleta". Pero en fin, él punto es que, al regresar, tuvimos la mala suerte de venir en el auto anterior al que traía a Mamá de su trabajo. Cuando nos vio en la plaza hizo un par de comentarios tontos que no vienen al caso recordar, y al final se despidió diciendo: "apura a casa, corazón, que te la vas a pegar mucho más".

¡Ah mi madre! Bruja como ella, no hay otra, sin duda.

***

Pasaron las semanas, y día y noche hablaba con Maia (¡¡benditas sean, redes sociales!!), tanto que se me había vuelto un hábito hacerlo. Hablaba con ella mientras leía, comía, me duchaba, en la calle, en la cama, hasta dormido (no, no es broma), porque entre sueño y sueño por lo menos le decía lo que estaba haciendo.

Y así la fui queriendo a diario. Y me encariñé más con ella. Eso sí, había dejado de escribir para darle un nuevo respiro a mi vida y a mi pluma. Y, claro está, para tener un poco más de valor a fin de decirle de una vez por todas que ella me gustaba.

El Eterno Ilusionado [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora