xxiii - parte 2

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- Señorita, dos coronas. Las más heladas que tenga, por favor. Ah, y una fuente rica de lo que sea que haya en la cocina.
- Disculpe joven -sonrió la novata mesera- aquí no servimos eso.
- ¡Oh! ¿Es nueva? -coqueteó Juan.
- Si, a penas tengo tres días trabajando, joven -le respondió la señorita- ¿puedo tomar en serio su orden?.
- Disculpa al imbécil de mi hermano. Ehh ¿Cómo es que te llamas? -preguntó Gabriel, esbozando una pícara sonrisa- digo, sí se puede saber.
- Leydy, señor. Mucho gusto.
- ¿Qué? ¿Señor? -Dijo claramente fastidiado Gabriel, de cuántos años parece que soy, señorita?
- Tal vez más de los que tiene su guapo hermano -sonrió Leydy, viendo como Juan era ahora el que se ruborizaba- entonces, ¿les tomo la orden o me siento a platicar con ustedes?
- Mejor, a la hora que acaba tu turno, podemos salir a, no sé ¿conocer la ciudad? -dijo Juan, tratando de sobreponerse al incómodo momento- y sírvenos, por favor, una fuente de Ceviche con chicharrón de mariscos.
- Es una gran idea, joven.
- Juan -le interrumpió- llámame Juan.
- De acuerdo, Juan, Ahora les sirvo -dijo Leydy, sonriendo sin reservas a Juan, que la miraba perdido en sus ojos color miel.
- Parece que tenemos a un chico enamorado aquí -le dijo Gabriel, codeándolo, poco después de que Leydy se retirara- entonces ¿te gustan sus ojos, o su sonrisa?
- ¿Dónde marco todas las anteriores, big bro?
- Eres un idiota, Juan. Más cuando te enamoras. - le respondió Gabriel, con una gran sonrisa.

Parecía mentira que ambos pudieran estar en el mismo lugar de toda la vida, dónde las coronas tienen mejor sabor al confundirse con la brisa del mar, donde pasaron las mejores aventuras, las más grandes juergas, y los peores momentos de decepción.

Mientras tomaban las coronas, Gabriel le contaba a Juan sobre lo que había pasado con él durante los más de 6 meses que había pasado solo, luego de que su hermanito lo dejara en aquella ciudad al sur del país, alejado a 777 kms de lo que él conocía. Le contó de Alexia, de aquella canción que los unió, de lo que le había costado superar el último gran golpe de su vida, de como fueron a parar de vuelta a casa, de como la vida se complicaba en un abrir y cerrar de ojos con el retorno del nombre de Maia en sus sueños. Juan mientras tanto, escuchaba con gran atención el relato de su hermano y le parecía tan complejo y extraño que alguien a quien le fascinaba escribir historias, sea parte ahora, como protagonista, de una de las más fascinantes que escuchaba. Juan no salía de su asombro con la historia de su hermano. Su cabeza era un sinfín de reacciones, emociones, sentimientos. "No puedo creer que 'El eterno ilusionado' haya pasado por tanto" pensó.
Ambos olvidaron el paso del tiempo. Poco importó la discusión de Gabriel con Alexia, o el sorpresivo encuentro de Juan y Maia. Ambos se olvidaron del Festival de la Luna de Invierno y volvieron a ser los socios de la conquista, los mosqueteros de cuando niños, esperando una nueva aventura por vivir juntos, sin tener chance a volverse a separar. O al menos, no por voluntad propia.

*******

- No puedes alejarme de él, Tavo. Fue un maldito error estar contigo. Un maldito error, ¿me entiendes?
- ¿Bromeas, estúpida? Lo mejor que te pudo haber pasado es estar conmigo. ¿Quién si no yo puede ser tu chico ideal? Ah, pero claro, eres tan idiota, Maia, que te enamoraste del imbécil de Gabriel. ¿Qué tiene él que no tenga yo?
- Todo, Gustavo, todo. Por eso volví, para buscarlo y poder ser feliz con el hombre que amo. -dijo Maia rompiendo en llanto- maldigo el momento en el que te conocí, infeliz.
- Cállate, imbécil -le interrumpió Gustavo, golpeando el rostro de Maia con tal furia, que la hizo trastabillar- tú volverás conmigo ¿Me escuchas?.
- Antes muerta, maldito animal. Antes muerta.

Cuando Maia salió corriendo del parque, dónde se había encontrado con  Tavo, una fuerte lluvia empezó a mezclarse con sus lágrimas. Maia recordó la noche en la que llovió también, luego que le confesó a Gabriel que había vuelto con Tavo, y luego de que éste le confesara que estaba enamorado de ella. Maia fue llorando a casa, sin importar la gente que la miraba, sus vecinos que la habían vuelto a ver después de casi 10 meses, desde que se fue, huyendo del recuerdo y la culpa que le había generado el haber dejado a Gabriel con el corazón roto en mil pedazos.
Cuando llegó a su casa, se sentó en el jardín, al lado del pequeño riachuelo que había a un costado. Aquel lugar donde Gabriel había soñado ver jugar a los hijos que tendría con Maia, y que hoy era el lugar donde sus lágrimas se mezclaban, junto al dolor y al remordimiento de saber que había sido la verdugo de un hombre ilusionado con ella y ahora pagaba la culpa del peor error cometido en su vida.
- Tengo que terminar con esto -se dijo-, tengo que ir por Gabriel, y pedirle perdón.

Maia empezó entonces a frecuentar, con cautela, el barrio donde vivía Gabriel. Ella sabía que él no estaba, y que nadie tenía idea de dónde podía estar. Nadie, excepto Juan. "Quién mejor que él puede saber dónde está", se dijo. Así, iba buscando la forma de acercársele, fingiendo un cruce involuntario, o tal vez llegando a tocar a su puerta, o llamándole al teléfono. Ninguna, salvo la primera idea, era la que parecía más adecuada. Estaba segura que Juan, siempre despistado, iba a chocar con ella a la mitad de la calle, sí era lo que pretendía. Y así fue.
A los tres días, pudo ver a Juan salir apresurado y bien vestido de su casa, con una prisa poco común en él, según recordaba, y con una sonrisa luminosa, como la de alguien que irá a ver una persona muy importante y especial en su vida. Se atrevió a estar un poco cerca de él y escuchó la conversación que tuvo con la señora Luisa, y trató entonces de acercarse a él o llamar su atención.
Cuando lo vio caminar con sus auriculares puestos, no encontró mejor idea de llamar su atención que poniéndose tras de él y llamarle por su nombre, de tal manera que no tenga chances de esquivar una conversación.
Cuando Juan volteó la mirada, Maia no desaprovechó la oportunidad para acercarse y preguntarle por Gabriel.
"Antes que sea demasiado tarde", pensó.

El Eterno Ilusionado [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora