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- Y bueno, me llamarás, ¿cierto?
- Claro que sí. Quieres que lo haga, ¿no?
- Por Supuesto, tonto. Te quiero, Gabriel.
- Y yo a ti, Alexia.

Cuando volví a casa, anoté en la agenda del móvil que debía llamar a Alexia a las 9:00 de la noche, cuando haya salido de la academia de canto a la que asistía religiosamente todos los martes y jueves. Su voz me había seducido, y decidí que debía quedarme en aquella ciudad de 777 kms al sur de donde estaba mi vida pasada. Llegué a pasar las vacaciones de verano, y en un show benéfico en la playa, la conocí.

Su voz era tan dulce que podía sentir el cosquilleo que causaba en mi paladar, el solo escucharla. Su cabellera teñida de rojo y aquellos lentes que escondían sus ojos y los tornaban un misterio, me hizo ver, en aquella tarde de playa, a una verdadera sirena, que hipnotizó a todos con su versión de The Reason de Hoobastank. Cuando bajó del escenario, me acerqué a saludarla y a felicitarla por lo genial de su interpretación. Cruzamos miradas y sentí que hubo química en aquel momento. Intercambiamos números e inmediatamente nos dimos la oportunidad de conocernos. A los 3 meses, aceptó estar conmigo.

Alexia era tierna conmigo, dedicada a nuestra relación, me quería tanto o más de lo que yo a ella, y sobre todo, disfrutábamos aquello que compartíamos y que hacía verdaderamente feliz nuestra relación: la música y el canto.

Pasábamos tardes enteras frente a aquella playa donde nos conocimos, escuchando música y cantando a dúo algunas canciones que nos marcaban la vida y nos transportaban a donde no había nadie más que nosotros, y nos hacían sentir libres. Disfrutábamos de cada puesta de sol cantando o tocando la guitarra y confundiéndonos en abrazos interminables, en sentimientos únicos y en apasionados besos, que nos volvían los más felices en la tierra.

Los 7 meses de relación que ya llevábamos eran de verdadera felicidad. Ambos nos Sincronizábamos muy bien y nos entendíamos a la perfección, por lo que pocas veces discutíamos, pero lo solucionábamos con un beso y una canción.
Siempre me repetía que no había tenido mejor decisión que quedarme en este nuevo lugar, con nuevos amigos, nueva vida, nueva ilusión.

Alexia y yo nos teníamos el uno al otro y no hacía falta nadie más. Y no existía nadie más.

Ni la sombra de Maia aparecía.

O, al menos, eso fue lo que creí.

El Eterno Ilusionado [TERMINADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora