Capítulo 24: El pequeño bailarín

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― Bueno Lena, nos vemos mañana ― dice Víctor a modo de despedida.

― Víctor ― lo llama mi papá ― me gustaría mucho que fueras con nosotros, si es que no te molesta.

― Eh... Claro, como guste ― me mira y levanta los hombros.

Realmente no quise sentarme de copiloto solo porque estoy con los nervios de punta. No sé de qué va todo esto, pero de seguro no es algo a la ligera. Mi pecho sube y baja con intensidad, Víctor lo nota y me toma la mano para tratar de tranquilizarme. Mantengo la vista al frente, sin embargo no estoy atenta al camino, miro sin mirar nada en específico, mi mente es la trabaja a mil por hora. Imagino innumerables posibles escenas con papa diciéndome algo que no quiero escuchar, sentados en el parque, en un restaurante, en un bar, que sé yo. Salgo de mis pensamientos cuando me doy cuenta de que estamos en una carretera, hay poca luminosidad, salvo lo que las luces del automóvil nos da.

El piso de cemento cambia a piedras, mientras que la velocidad comienza a disminuir, a escasos metros veo una tienda de fast food, más bien un camión adaptado para una cocina al paso. Papá estaciona el carro cerca del local, miro a Víctor quien me invita a descender. La temperatura es agradable pero el olor a fritura hace que me dé escalofríos. Nunca me imaginé que mi padre viniera a lugares como estos, pero si lo pienso bien, de algún lugar salió esa panza gigante que tiene.

Nos instalamos en una de las mesitas que tienen a disposición, mi papa me pregunta si quiero comer algo, pero sospecho que el mismo sabe la respuesta por lo que solo me ofrece un jugo. Caso contrario es Blair, que pide una hamburguesa con doble queso y tocino ¡Cerdo! más una bebida gaseosa ¡es más que un cerdo!.

No tardaron demasiado en entregar nuestro pedido, mi padre llegó hasta la mesa con una bandeja llena de calorías. Doy un pequeño sorbo de mi jugo ― que por cierto está bastante bueno ― mientras que mi gordo padre se embulle papas fritas y Víctor... bueno Víctor es Víctor.

― Hija ― comienza papá ― bueno acerca de lo que dijo tu madre... aunque no con esas palabras, es cierto.

Auch, directo al grano.

― ¿A qué te refieres? ― pregunto cómo desentendida

― Sabes bien, y no quiero mentirte hija, que la relación con tu madre nunca fue de las mejores ― hace una pausa ― bueno al principio sí. Sin embargo a medida que pasaba el tiempo no éramos capaces de soportarnos.

― Lo sé ― confirmo

― Y bueno, hace varios años atrás conocí a una mujer ― se calla un segundo para ver mi reacción ― ella se llama Joane, trabaja en unas de las tantas empresas en donde invierto dinero, me interesó, ella me dio tranquilidad, amor, paciencia y comprensión sobre todo esta última que tanto necesito y nunca tuve con tu madre. Paso el tiempo, conocí a su hija, una chica encantadora, Isabella es su nombre

― Pero... ― interrumpo

― Pero ― continua ― hace 8 años atrás nació Scott. Tu hermano.

Un hermano. Vaya, nunca lo imaginé. En serio, no es que no supiera de los problemas maritales de mis padres, desde que tengo uso de razón que los veo pelear por cualquier cosa. ¿Un hermano?

― Hija, quiero que sepas que te amo, que a pesar de las diferencias que tengo con tu madre, ella me dio un regalo maravillo, y esa eres tú. El día en que naciste fue el más feliz de mi vida y no me arrepiento de nada a pesar de lo joven que era.

― Yo también te amo papá ― digo arrastrando mi mano por la mesa para poder tocar la suya.

― Scott... quiere ser bailarín de Ballet, como tú

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